Fallen Angel

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Ambientación

La tranquilidad de aquel pequeño pueblo había desaparecido, acostumbraba a ser un lugar casi perdido en el interior de Alemania. Alejado de las grandes ciudades y comunicaciones, nadie reparaba en él, hasta que alguien supo que podría sacar provecho de su quietud y del hecho de que estuviera casi aislado. Se presentó en el lugar sin más, aprovechando la necesidad de los habitantes, haciendo ofertas difíciles de rechazar para los altos mandos que se beneficiarían sustancialmente y hasta que no se hizo con todas las tierras colindantes, no se detuvo. Pero la cosa no quedó allí, algo tramaba, y pronto los pueblerinos observaron como a lo lejos se fue irguiendo una imponente construcción. Nadie sabía de que se trataba hasta que fe demasiado tarde para ser detenido. El hombre había movido todos sus hilos y había conseguido todos los permisos para construir allí una institución colosal, rodeada de extensos terrenos aislados por altos muros y grandes medidas de seguridad.

Un psiquiátrico, Fallen Angel lo llamó en honor al pueblo del mismo nombre, o quizás por mera ironía. Se convirtió en un afamado centro donde las familias más pudientes internaban a sus ovejas negras. Con un régimen de admisiones prácticamente imposible, se trataba de un lugar de confort y lujos. Terriblemente exclusivo, esta célebre intuición acogía personas con los más variopintos trastornos, dándole a cada uno el trato que necesitaban y merecían. Plagado de insignes profesionales y respaldado por el estado parecía que no había lugar mejor para sus internos. Además contaba con un cuerpo de seguridad para asegurar que nunca hubieran conflictos.

Pero no iba a ser todo de color de rosa, desde que el psiquiátrico había abierto sus puertas el pueblo se había visto invadido por los trabajadores del mismo. Se había creado una lujosa zona residencial a las afueras del lugar, y todos iban y venían por el que antes era su pacífico hogar. Los doctores y otros empleados notaban las inquisitivas miradas de los lugareños. Pero no era aquello lo que más preocupaba, sino la oleada de problemas y crímenes que se estaban dando en el lugar. No se podía culpar a la institución porque era imposible que fuera cosa de un interno prófugo dado a las grandes medidas de seguridad que tenían y el respaldo de la alcaldía. Además se decía que tenían grandes contactos, políticos y militares, por lo que los crimines se sucedían sin encontrar culpables.

Dentro del psiquiátrico tampoco era absoluta la tranquilidad, los internos murmuraban entre ellos, hablaban de pruebas y experimentos a los que se les sometía que parecían estar fuera de cualquier límite legal. No se encontraban respaldados por sus familias, quienes preferían confiar en la crítica opinión de los expertos a atender a los desvaríos de sus mentes atormentadas. Aislado, alejado casi de cualquier jurisdicción parece que nadie sabe todo lo ocurren dentro de aquellas paredes. Abusos, maltratos, fármacos experimentales, terapias de choque, pruebas degradantes y de dudosa finalidad.

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