Las clases de la tarde habían terminado, y tras limpiar mí cuarto, otra vez. Compartir un cuarto con chicos no es del todo una buena idea. Debido a esto decidí hacer mi tarea de Mates en el jardín. Busque y encontré la sombra de un gran árbol, junto a unas pequeñas rosas que empezaban a brotar. Eran muy pequeñas. Me acerque a ella y aspire su aroma suavemente.  Olían tan bien, hasta casi un año atrás no sabía lo que era este aroma.

Gracias al profesor puedo disfrutar de cosas que solo imagine. Desde que fui rescatada, había sido instruida en muchas cosas, para cualquier adolecente esto sería muy molesto. Más sin embargo, yo lo agradecía. Tener a alguien que se ocupe de mi,… mas ahora con esto. Fruncí mi ceño mientras observaba mis manos. Las apreté y las abrí lentamente, luego toque uno de los pequeños brotes y este floreció con rapidez, hasta que se abrió en su totalidad. La solté rápidamente.

La observe detenidamente. - …Debería practicar… - me dije a mi misma en un pequeño susurro e hice a un lado mis libros. Me acomode frente a los capullos y comencé a practicar con ellos, uno a uno. Haciéndolos envejecer… rejuveneciéndolos otra vez. Continúe repitiendo una y otra vez…

Suspiro y continuó caminando por el extenso jardín, literalmente, arrastrando sus pies y de vez en cuando pateando una piedra que se cruzaba en su camino. Estaba aburrida y al no conocer a nadie no podía hacer mucho. Se encogió de hombros y siguió con lo suyo mientras el sol le pegaba de lleno, pero se sentía tan bien que no le importo. Era tan gruñona y se cargaba un carácter que era raro el que le dirigía la palabra y, si ella lo hacía por alguna extraña y desconocida razón; se alejaban y la ignoraban por completo, logrando molestarla y rápidamente comenzaba buscar con desesperación un lugar donde el agua fuera abundante ¿el grifo contaba? ¿no?

Gruño de mala gana y se dejó caer bajo un árbol, sin darse cuenta que alguien más estaba a unos pocos metros de ella; al estar tan metida en sus pensamientos. ¿Y ellos que sabían? Aún no se topaba con un estudiante que estuviera dispuesto a soportarla. ¿Pero quien querría hacerlo? se pregunto mentalmente con cierta tristeza.

─ Idiotas ─ murmuró tan bajo que solo Simone logro escucharlo. Colocó sus brazos detrás de su cabeza y cerró los ojos; disfrutando de la sombra y prácticamente quedándose dormida. Una buena sienta le hacia falta, luego haria los deberes y demás cosas que faltaban. Ahora, ¡a dormir!

Escuche un suave crujido detrás de mí. No pude evitar volverme con sorpresa y no muy lejos de mí, observe a una chica sentada bajo un árbol. Parecía enfurruñada y molesta. No recordaba haberla visto antes. Alce una ceja al verla resoplar y acomodarse para tomar una siesta. Sonreí al contemplara, pareciera que cualquier cosa que la estuviera molestando no le iba a quitar el sueño.

Me gire a continuar con lo mío. La secuencia que estaba siguiendo ahora era aleatoria, tocaba los capullos al azar. Cambiando su juventud a la madurez y de la madurez a la vejez y viceversa. Estaba empezando a cansarme, no es que me supusiera mucho esfuerzo pero hacerlo continuamente por más de 15 minutos, me causaba mareos y dolor de cabeza. Me recosté en el árbol, soltando un gran suspiro.

Mis ojos por alguna razón se dirigieron hacia la chica que estaba no muy lejos de mi, tomando la siesta. Parecía muy cómoda, pero algo en ella llamaba mi atención… ¿Qué era? La observe unos momentos y distinguí, aunque no estaba muy segura, que algo se movia por sus ropas, era muy pequeño, estreche mis ojos para tratar de distinguir que era. Mis ojos se abrieron con espanto y para cuando me di cuenta, ya estaba corriendo hacia ella.

-¡Oh Por Dios!, ¡quítate!, ¡¡quítate!! – le grite mientras la jalaba con fuerza, apartándola del árbol. – ¡Dios! ¿Cómo no te diste cuenta? – le reproche, ¡Estaba llena de hormigas! La sacudí por todas partes tratando de quitárselas.