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Al fin la figura hermosa, regia, ambiciosa y joven de Louis XIV había sido coronada.

El nuevo Rey pronto daría de qué hablar y los más curtidos por la edad comenzaban a preludiar que este Rey no sería como los anteriormente conocidos. El poder cobraba vida propia en su mirada haciendo que esta brillara como el sol, haciendo de este modo justicia al apodo por el que pronto se conocería a Louis XIV, «Le Roi Soleil».

En el comienzo de su reinado, el Rey hace poca gala de falsa modestia; el orgulloso Louis, fue haciendo de su corte, una corte única en esplendor, en magnitud y en lujuria. Siempre contando con más de una amante, mostraba ya que su ambición no conocía límite ni parangón; y tal fue su ambición que le llevó a la creación del palacio de Versalles, el palacio más grande y lujoso de Europa.

Sin embargo, no era todo de oro lo que le rodeaba al Rey. Dos revueltas civiles empañaron el comienzo de su reinado. En estas, especialmente en la segunda, participaron nobles de todo rango, desde princesas de sangre real y primos del rey, a nobles de largo linaje contra el poder real. Como resultado, Louis XIV sufre una intensa desconfianza hacia la nobleza. Incluso a veces llega a dudar del cuerpo de mosqueteros, solo el capitán D’Artagnan contaba con su plena confianza, haciéndolo en más de una ocasión su mano derecha.

Mientras que la política interior iba tomando su cauce, la política exterior está marcada con la guerra contra España, en alianza con Inglaterra. La contienda va anunciando paso a paso que España será la perdedora. Sin embargo, el Rey, tendrá una lucha «personal» con los jesuitas, una corriente religiosa —apoyada en secreto por algunas facciones de la nobleza y del pueblo llano, e incluso con hombres del cuerpo de los mosqueteros— que le dará más que un dolor de cabeza a él y a sus mosqueteros, ya que están dispuestos a acabar con el poder del Rey Sol.