Los pasillos de la base de la hermandad con su característico aspecto lúgubre se encontraban tan solitarios como yo en este momento. Hacía poco que me uní a esta gran causa, todos con un propósito en común, demostrar nuestra superioridad. Los humanos nos tienen miedo y su única forma de demostrarlo es rechazándonos. A todos y cada uno de nosotros, que si tal vez algunos lo consideran como una maldición, debo decir que siempre hay que ver el lado positivo de las cosas y es un poco irónico que diga esto, yo, Leah Köhler. Que viví en un constante rechazo toda mi vida y no podrías simplemente sacar nada bueno de ello. Pero las cosas se han tornado diferentes, o al menos eso me gustaría pensar. Se suponía que aquí todos son como yo, así me había prometido Erik, un lugar en el cual podría "confiar" sin ser defraudada. Pero lo cierto es que no he visto a absolutamente nadie desde que llegué a este lugar ¿Hice bien en "confiar" en sus palabras? Lo cierto es que me pareció bastante confiable y no sé cuanto más diré esa palabrita pero debería pasar página de una buena vez.

Solté un leve suspiro y me senté en un extremo del pasillo, apoyando mi espalda en la pared mientras mis brazos abrazaban mis piernas suavemente, hundiendo mi cabeza poco a poco, me cansé de buscar y no encontrar nada, sería buena idea relajarme y planear mis futuros movimientos, aunque no creo que eso esté en mis prioridades exactamente. De hecho lo gracioso es que no sé que hacer la verdad, lo más apropiado era esperar, dar tiempo al tiempo y si eso no funciona, simplemente huir como lo he hecho toda mi vida.

Y aquí estoy yo sacando conclusiones apresuradas sólo porque me aburro, la verdad es que esperaba que esto estuviese lleno de gente pero no, nunca estuve tan equivocada, supongo que las decepciones siguen llegando sin parar. Eso hasta que un ruido se escuchó a la distancia, levanté mi cabeza exaltada por lo que sea que haya sido tal cosa, sin embargo no lograba ver con exactitud debido a la oscuridad. ─¿Hay alguien allí?─ Exclamé con la suficiente fuerza como para escucharse al otro extremo del pasillo, mientras que mi vista se mantenía fija en aquel lugar ¿estaré volviéndome loca acaso?, pensé por una fracción de segundos aún esperando alguna respuesta por parte de lo que sea que fuese que estaba allí.

Por cuenta propia, Leo había decidido pasar unas horas extras entrenando en una de las salas de la Hermandad. Era increíble lo mucho que había evolucionado desde que había llegado allí, la primera vez que pisó el lugar era un crío que apenas era capaz de controlar su propia mutación, sin embargo, ahora era mucho más ágil en todos los aspectos. No solo para usar su poder, también en cada movimiento, había aprendido a utilizar otras formas de atacar además de su propia habilidad natural. De modo que allí estuvo, hasta que su cuerpo no fue capaz de aguantar más el ritmo. Se tiró al suelo de la sala y se quedó allí unos segundos, mirando el techo, a la nada, satisfecho por el trabajo que acababa de hacer. Cada vez sería más útil para la Hermandad, estaba seguro de ello.

Cuando su respiración recobró un ritmo normal, se levantó y se colgó la mochila del hombro para salir de allí. Las oscuras paredes de los pasillos en ocasiones le recordaban ciertas imágenes que prefería desechar de su mente. Aunque era un intento algo imposible, pues jamás sería capaz de olvidar esos años en los que sus padres le obligaban a asistir a la Iglesia día y noche, de manera obsesiva, para rezar y pedir perdón por cualquier travesura simple que un niño pequeño pudiera hacer. Podría decirse que aquello había marcado a Leo de por vida.

Se pasó la mano por la frente para limpiarse pequeños restos de sudor, cuando escuchó una voz femenina que parecía asustada, o al menos sorprendida. Frunció el ceño y se tomó unos segundos para responder, exactamente los segundos que tardó en acercarse más a la chica y reconocerla. Respiró relajado cuando vio que se trataba de Leah ━ Eh, soy yo ━ balbuceó, algo extrañado al apreciar la posición en la que se encontraba la joven ━ ¿Te pasa algo? ¿Qué estás haciendo aquí? ━ preguntó sin reparo y se agachó para quedar a su misma altura. La muchacha siempre había despertado cierto sentimiento de protección en Leo y realmente le preocupaba que pudiera ocurrirle algo.

Me mantuve quieta por unos segundos, estaba preparada para cualquier cosa, sólo tenía que abrir un portal y salir de aquí. Fue allí cuando oí la voz de Leo, me tranquilicé sobremanera porque apareció en el momento ideal, Leo era el único amigo por el momento que tenía dentro de la Hermandad y en uno de los pocos que me mostró que podía confiar en él, ya que, era idéntico a mí en muchos aspectos y sabía por lo que había pasado. Relajé mis músculos pues estos estaban algo tensos ─Oh, eras tú leo. No me vuelvas a asustar así─ Musité mientras una pequeña sonrisa se mostró en mi rostro. Negué un par de veces ante su pregunta, no me pasaba nada, simplemente me sentía sola y no encontraba a absolutamente nadie por los alrededores. ─Estoy bien, pero este sitio es muy poco transitado diría yo─ Solté un suspiro para luego llevar mi dedo índice hacia la punta de mi larga cabellera, tomando un mechón y jugando con este.

Noté gracias a su ropa húmeda, que había estado entrenando, este chico es increíble, siempre que tengo la oportunidad de encontrarme con él, está ocupado entrenando o haciendo misiones para la hermandad y no digo que sea malo, todo lo contrario. ─Deberías ir a ducharte o pescarás un resfriado─ Decía mientras señalaba su camisa, cubierta casi al completo por su sudor. Aunque la verdad no sé para que propuse eso, lo más probable es que se marcharía y me dejara aquí, sola de nuevo. ─O mejor aún, ¡Espera aquí un segundo!─ Abrí un disco al lado de mí y lo atravesé tan rápido que nisiquiera le dio tiempo a reaccionar y ahí estaba, en la habitación de Leo. No tenía ni idea de en donde guardaba su ropa, así que no tuve más opción que buscar y por mi bien, que sea rápido. ¡Aquí estás! murmuré a mis adentros para luego tomar la primera prenda que había conseguido y así, aparecer de nuevo frente a Leo.

Con una sonrisa cómplice, le entregue una camisa que había conseguido de su vestuario. ─Esto podría servir, siento el desastre que cause en tu habitación─ Esperaba que con eso, pudiera hacerme compañía al menos un rato más.