Era una noche cálida de fin de semana. El bar había abierto hacía como una semana y ya había ganado fama en todo Brooklyn, incluso en Queens. Pese a que no competía aun con los monstruos del entretenimiento nocturno de Manhattan, era el punto de encuentro de moda en aquel verano. Obvio, no había habido una inauguración oficial, ya que el antro era completamente ilegal. Aparentaba ser un bar más, común y corriente, algo destartalado la fachada exterior, con las paredes de ladrillo a la vista, desgastados y un letrero luminoso de neón. Pero no poseía las licencias ni la habilitación, sus contactos, dinero y... habilidades de combate, le habían ayudado a que eso no fuera un impedimento.

Aquella noche, era la que más gente había concurrido. La pequeña pista de baile, rebosaba de gente, con suerte la gente respiraba y no se deshidrataba allí dentro. Remy no terminaba de comprender como cabía oxígeno suficiente para tantas personas allí. La lista de espera para las dos mesas de pool, estaban ocupadas hasta la noche siguiente por lo menos. El alcohol corría como si fuera agua mineral gratuita y las apuestas iban en aumento. Las mesas de póquer llenas y por primera vez sin LeBeau en una de ellas.

Gambito se encontraba parado detrás de la barra, disfrutando de aquel momento de gloria emergente, su propio negocio "legal" y era un éxito. Estaba dialogando con su barman contratado y con un cliente que concurría desde la primera apertura. Finalmente un sujeto se hizo de un lugar en la barra, mientras que Robert, el barman, estaba muy ocupado con demasiados encargos, por lo que Etienne decidió echarle una mano. —Dígame amigo, ¿qué le sirvo?— se ofreció el mutante, con una sonrisa en el rostro, sin mirar con detenimiento al sujeto.

Estaba en mi cuarto intentando resolver un cubo de rubik que tenía desde hace años ya y no había logrado completar ni una mísera cara mientras mis compañeros dormían. Dejando de lado aquel “divertido” plan decidí levantarme de la cama, coger una camisa negra, unos vaqueros y una chaqueta de cuero y ponérmelas para salir de mi habitación.

Iba caminando por los pasillos intentando hacer el menor ruido posible ya que prácticamente todos estaban durmiendo y no pretendía molestar a nadie. Una vez llegué a la salida me encaminé hacia las calles de Brooklyn con la idea de encontrar algún local interesante en el que poder pasar la noche.

Las calles estaban casi vacías exceptuando algunos mendigos que caminaban tambaleándose ya que probablemente estuvieran borrachos, en fin, ese no era mi asunto. Iba asomándome a varios bares que veía pero ninguno parecía un lugar en el que valiera la pena gastar mi dinero.

Seguí paseando por la zona evitando acercarme a tíos con caras de pocos amigos hasta que llegué a un local que no me sonaba haber visto antes con un cartel destartalado en el que parecía poner RUE AU PARADIS, me adentré en él pasando desapercibido ya que estaba prácticamente lleno, vi una pista de baile, unas mesas con gente jugando a las cartas y por último una barra, puede que hubieran más cosas pero realmente con el cúmulo de gente no podía ver demasiado lo que había a lo lejos.

Me acerqué hasta la barra y cogí asiento en un taburete elevado.-Un  mojito, por favor.-Le contesté a el hombre de la barra que me había preguntado que quería tomar. No me planteé ni un segundo si en aquel lugar vendían alcohol ya que, aunque dicen que no hay que juzgar a un libro por su portada, no había que ser muy avispado para saberlo.

"Un mojito, porfavor." escuchó decir al nuevo cliente. Haciendo que de inmediato se diera vuelta para tomar un vaso transparente y lo apoyara sobre la mesada. Estiró ambas manos, una hacia el bar donde quedaban las botellas, tomando el ron. La otra, por su parte, tomó de debajo de la mesada una lima. Con el pulgar de la derecha, deslizó la tapa de la botella e inclinando el brazo, vertió el líquido dentro del vaso hasta la mitad. Luego dejó la botella a un lado y tomó un cuchillo, mientras la zurda apoyaba la fruta en el mármol, la cortó al medio. Entonces con ya las dos partes, exprimió el jugo del fruto, dentró del vaso. Finalmente solo tuvo que agregar la otra mitad del cristal en agua mineralizada y sumarle un par de especias exóticas. —Sírvase, compañero— dijo con un tono bonachón mientras depositaba la bebida precariamente armada, delante de su cliente. —No había venido nunca ¿verdad amigo?— inquirió entonces LeBeau, cambiando a su tono y voz normales, mientras tapaba el ron y lo depositaba en su lugar. Buscando sacarle charla a su nuevo compañero de barra. Ya que Bobby estaba muy ocupado atendiendo al resto de clientes.

Etienne se recargó entonces, en la mesada del otro lado de la barra. Dejando el espacio de tránsito para el cantinero, mientras fijaba sus ojos en el mutante -desconocido para él- esperando por su respuesta. Estiró nuevamente la zurda hasta tomar una botella de Gancia y tomó un vaso limpio, nuevo. Para comenzar a preparar otro trago, esta vez para él. Mientras tanto su mirada paseó del joven interlocutor hasta la pista de baile, pasando luego por las mesas de billar y finalmente recalando en las de póquer. La noche seguramente sería muy fructífera.

El chico preparó la bebida con mucha parsimonia y a la vez con arte, se notaba que ya había preparado muchos en su vida. Me colocó el mojito delante mía a la vez que se servía el uno. -Gracias.-Le contesté, levantando la copa y haciendo un ligero aspamiento con la mano balanceando la copa. Me lo acerqué a los labios y tomé un trago mientras este me daba tema de conversación.

-Exacto, es un lugar..-Pensé unos segundos que decir.-Agradable. No creía que esa fuera el mejor adjetivo para un bar como este pero tampoco quería darle mucha importancia a lo dicho, por lo que continué hablando.-Tampoco me suena haber visto el local otras veces que he pasado por aquí.Es nuevo,¿no?

Puede que tuviese razón y fuese practicamente nuevo, al igual que también podría no haberlo visto porque no destacaba demasiado, estaba, por asi decirlo, un tanto oculto, suponía que no era un bar del todo legal, asi que debían mantenerlo así. Pero ni que no fuera muy visible ni el hecho
de si era legal o no impedía que hubiera  bastante gente en el local.

Mientras esperaba una respuesta por su parte, miré de un extremo al otro el bar, observando a la gente que jugaba a las cartas y a los que bebían como yo. Pensé en el chico con el que estaba hablando, no aparentaba más de 25 y me parecía un tanto extraño que un chico tan joven trabajara en un bar así.. El jefe probablemente no tendría muchos mas. A pesar de la imagen que tenía en mi cabeza antes de entrar al bar, también había gente de mi edad, jovenes, cosa un tanto inusual en un bar de estas características.