Estaba en la cama tumbada, leyendo, y con la nariz arrugada. “Menuda mierda, si cada vez que leo más convencida estoy que tengo la razón”, pensaba para ella mientras dejaba el libro en la mesilla  El dicho libro en cuestión era “Sentido y sensibilidad”. Winnie se había apuntado al club de lectura del instituto Xavier, y la autora en cuestión que estaban tratando ahora era Jane Austen. Esa autora de siempre se le había atragantado, apenas podía soportarla. Para colmo, tenía que aguantar como decían que era increíble, que si un clásico, que si de las mejores de toda la literatura británica, blablabla… Chorradas. Lo peor era cuando alguien empezaba a hablar de las mujeres de sus libros, ahí ya se encendía. No entendía como podían atreverse siquiera a describirlas como “heroínas” o “revolucionarias” cuando eran el mayor paradigma de la sociedad en la que vivían. No estaban ligadas a su sociedad, eran la sociedad misma. No tenían sangre, no tenían energía, vivían atadas a cortesías y formalismos, no eran para nada independientes y su única meta en la vida era casarse con un hombre de mediana fortuna y tener hijos y más hijos y hacer ensalada de patata los domingos para el banquete de la iglesia. Esa opinión no había gustado nada y la habían acusado de hablar desde la ignorancia, por eso ahora volvía a leer a la autora, e iba subrayando cualquier muestra que corroborara sus argumentos. Y francamente, la mayor parte del libro estaba en fluorescente.-Yo me cago en el coronel Brandon, en Elinor, en Marianne en Willoughby y en su puta madre.-Murmuró, echando el libro lejos con desprecio. Oyó un sonido que venía de la puerta. Se levantó para abrir y cuando vio quién era se llevó la mano a la frente con teatralidad.-Mi salvador.

John era un chico que le caía bastante bien. Compartía priva y mercancía, y eso siempre era de agradecer.-¿Pues a qué esperamos? Vamos a la piscina.-Sonrió y cerró la puerta tras ella. Eran las doce de la noche así que todo el mundo debía estar en sus cuartos, aunque tampoco era plan de ponerse a hacer mucho ruido. Llegaron al lugar, Las luces de la piscina estaban encendidas y proyectaban sombras azuladas sobre todo el recinto. Vio la mesa de la que hablaba, y se sentó en una de las sillas metálicas que había por ahí.-Un día me dirás a quién salvas la vida porque yo también quiero conseguir la mierda esta.-Rió y abrió una de las botellas de vodka, pegándole un trago largo, que luego le pasó a él. Cuando John terminó de hacer las rayas, se acercó y esnifó una de ellas. Se tocó un poco la nariz y echó la cabeza hacia atrás.