Just Beat It, Beat It, Beat It, Beat It No One Wants To Be Defeated... como me encantaba aquella canción y para mi suerte no había podido sacarla de mi cabeza en todo el día ni por el hecho de haber escuchado otras 4 canciones de Michael Jackson al mismo tiempo. Pero no tendría problema en tener esta un par de horas más en la cabeza ya que eso significaba que era una buena canción. Había escuchado canciones pésimas en lo que iba del año unas que tan solo el mencionarlas me regresaba el dolor de cabeza e igual había otras muy buenas, que el escucharlas me hacía querer bailar más este chico Michael todo su disco me había fascinado me daban ganas de cantarlo en cualquier momento, sin duda sería uno de los más populares del año. Otra prueba de que era un buen disco era que incluso en cualquier bar de mala muerte se podría escuchar alguna de sus canciones, como era el bar al que acababa de entrar.

Desde la puerta un poco descuidado, quizá lo que más le delataba era el olor a algo podrido o quizá algo muerto realmente no sabría como diferenciar, la cuadra en general era un lugar sucio donde podrías ver  a cualquiera vomitando e incluso yendo al baño a media avenida. Di un suspiro y evite pensar en el sitio en general, después de todo este era el tipo de lugares que prefería visitar... lugares donde llamar la atención era más difícil que mantener el olor de limpio un par de minutos. Para lo mismo me vestí adecuadamente, una sudadera oscura cuya gorra me tapaba el cabello, mezclilla y unos converse negros. Baje la mirada y crucé la puerta.
Quería evitar cualquier estilo de invitación a juegos o tragos por el momento, tenía ganas de tomar algo sola  tranquilamente y observar a quienes estarían en el mismo sitio que yo esta noche. Me acerqué a la barra, tome asiento y coloque mi mano derecha sobre esta pero o sorpresa de nuevo... un liquido de no se que tipo debajo de mi mano. Miré mi mano con asco y me levante buscando un poco de papel con que limpiarme -Claro Amelia papel para limpiarte... ¿que más quieres?¿Una cama de tres pisos y desayuno en ella? bufé y retome mi asiento, sería mejor que me limpiase en el pantalón.

Al final pedí un trago de lo primero que me vino a la mente y mientras me lo servía me quité la gorra de la sudadera dejando lucir mi rubio cabello. Menee un poco la cabeza para que tomara forma y logré ver a unos hombres jugando no se que pero uno se había levantado de la mesa bastante molesto y dirigiéndose a la salida con cara de querer matar a alguien. Pensé en acercarme un poco a aquellos hombres, sería interesante saber por que aquel hombre había salido disparado.

No recordaba hacía cuanto había llegado. Tampoco recordaba desde hace cuantas manos, las cartas estaban girando y así como las apuestas iban fluyendo. Si entendía que el alcohol y el tabaco habían complementado aquella tarde desde el inicio, incluso desde antes que comenzaran.

Hacía semanas que de vez en cuando se pasaba por aquel bar. Principalmente porque se bebía bien y siempre sucedía algo que quedaba como una anécdota que contar a terceros. La principal razón era que además se juntaban a jugar a las cartas y Remy amaba jugar al póquer. Sin embargo, nunca lo había hecho con ellos. Eran obreros, trabajadores, ladrones y estafadores. Toda gente de bajo mundo con mucha vida encima en pocos años o bastantes, daba igual. Ningún era estúpido y tenían más sabiduría callejera encima de tantas peleas y cosas vistas, que la guerra de Vietnam le sonaría a una semana en su barrio, el Bronx.

Poco a poco Remy los fue conociendo, algunos iban seguido, otros cada cierto tiempo y estaban aquellos viejos, perros solitarios, que estaban todo el condenado día allí. El borracho empedernido, le debía muchos whiskys al cantinero y aun así seguía bebiendo, LeBeau no se decidía si el borracho era más idiota que el dueño del local que le seguía fiando.
Pero esa tarde había cambiado. Uno de los que siempre iba a jugar a las cartas había muerto la semana pasada. Era un joven de color, no pasaba los treinta. Pero estaba metido en una pandilla y entonces una noche en medio de sus negociados para aficionados, un ajuste de cuentas o una pelea por territorio -ciertamente daba igual- acabó con su vida. Nadie de allí realmente le importaba o interesaba, ni lo extrañaba, lo relevante de la historia es que había una vacante. Y ahí Remy entró al juego.

—Bob, ¿qué pasará cuando te gane esta ronda?— inquirió soberbio y en voz alta Etienne, mientras miraba a su interlocutor. Estaba en all-in porque le quedaban pocas fichas. Y encima el muy idiota había apostado su Chevrolet Camaros. Remy quería ese auto y su par de K's también. Sin embargo en la mesa había tres cartas de picas, con dos o una en la mano y que la quinta también saliera así, Bob le ganaba con color. Y a eso se arriesgaba, le diable blanc lo sabía, había leído a su rival muy bien. El que actuaba de croupier sacó la última carta y entonces Bob sin esperar resultados dio un gruñido, se puso en pie y se fue al demonio, del local. Sacó un dos de tréboles, no tenía un solo juego. Remy sonrió y mostró su par de reyes. —¿Va a regresar no? Quiero mi auto— fue lo que dijo el castaño, en lo que observaba una melena rubia.

Cambió la expresión a una sorprendida, mientras prestaba más atención hacia la chica que miraba la mesa de juego ¿Qué hacía una mujer de ese estilo en un bar de esa clase? Y más importante aún, ¿por qué no la había visto llegar? Maldita sea. —Hey cariño, ¿sabes jugar? Tal vez y quieras hacerme compañía...— propuso algo prepotente el de ojos carmesís con una sonrisa burlona pero a su vez encantadora en el rostro. —Al menos, dinos tu nombre corazón— insistió el ladrón ante la muda respuesta de su nueva interlocutora.