Se levantó de su desarreglada cama con un solo salto. Los encuentros no habían sido del todo agradables en esos últimos días, el castaño no le gustaba contar sus secretos, pero lo había hecho. Caminó por su departamento hasta el baño. El espejo no mentía, veía figuras en su rostro que jamás había visto, para un chico sin compasión alguna se sentía perdido en un mar de hipocresía. Realmente quería dejar ese lugar pero era imposible para él, tenía que hacer cosas que jamás pensó hacer, mataba a gente por encargo, y lo hacía con tanta facilidad que hasta a él le asustaba su potencial. Se cambió rápidamente con unos simples jeans, una camisa y una chamarra y suspiró cuando inhaló el aire fresco que llegó hasta sus pulmones.

Se subió su auto y empezó a dar una vuelta por la ciudad, teniendo el poder que él tenía no se debía preocupar por el tráfico pero le gustaba ver las funciones que los taxistas enojados hacían. Estaba completamente parado cuando vio a una chica pateando una lata y casi hablando sola –en un momento empezó hablar para sí misma- Zachary sonrió y negó con la cabeza. El castaño se orilló junto con su coche y negó con la cabeza con una sonrisa encantadora, la chica paró de repente y solo abrió la boca para derramar su ego y su coqueteo – chica, yo te puedo ayudar, esto sonará raro pero deberías subirte a mi coche, quiero hablar contigo- comentó mientras convertía la lata en liquido puro y alzaba su ceja desafiante –no soy malo, anda, demos un paseo corto- esperó en el coche sin moverse un centímetro. El joven sabía que sonaba raro pero algo en esa chica era sumamente diferente y era linda así que con ambas situaciones ganaba.