Sus tacones repiqueteaban duramente sobre el asfalto. Illyana se acomodó sus gafas, ocultando el parche en su ojo izquierdo de los demás, debido a que tenían la mala costumbre de alejarse de ella como si fuera algún fenómeno. Poco le importaba, en realidad, sólo que tenía que hacer su trabajo y hablar con la gente era más fácil cuando se encontraban cómodos con su presencia. ─Regálame un Martini doble. ─Pidió al barman, sentándose en el taburete frente a la barra de bebidas. Pudo sentir algunas miradas en su dirección, pero no les prestó atención, más bien sonrío agradecida cuando su pedido fue colocado directamente enfrente de ella y con dos sorbos, se acabó el líquido ambarino del vaso. Pidió otro que fue acompañado de un gesto de sorpresa del barman. Hacía bastante tiempo que  no disfrutaba de un break en su trabajo y no por motivos de cansancio, sino que lidiar con mutantes enloquecidos y atentados terroristas que mantener al cubierto era aburrido en cierto sentido. Además de que el sujeto conocido como Magneto no había hecho presencia desde un tiempo y tampoco habían localizado a Darkholme, lo que suponía un verdadero dolor de cabeza.

─ ¿Cuánto es? ─Preguntó y recibió como respuesta un estruendo de alguna mesa partiéndose en dos ante dos orangutanes, conocidos como hombres ebrios sin ningún punto de racionalidad en su cerebro. La pelirroja torció el gesto, ladeando la cabeza para observar de reojo a los dos hombres que comenzaban a pelear. ─ ¿Qué mierda le ocurre al mundo que todo es luchar? ─Se preguntó en voz alta, girándose completamente para contemplar el espectáculo con una media sonrisa en su cara. No podía negar que esas peleas de borrachos eran divertidas y le apostaban la noche a como una de las mejores. Escuchó a lo lejos como alguien empezaba a gritar que apostaran por su favorito. Casi suelta una carcajada cuando vio al chiquillo que protagonizaba la escena. ─Le voy cien dólares al grandote. ─Apostó e inmediatamente, sus ojos se fijaron en una figura oscura y cubierta de pies a cabeza en una esquina. Era enorme para ser un humano regular, por su estatura, podía ser un jugador de basket pero no podía asegurarlo, porque parecía un muro de piedra inamovible.

¿Qué estaba haciendo un mutante monstruoso de dos metros en un bar como ese? Ni él lo sabía. Ni siquiera supo cómo logró atravesar esa puerta y aun así pasar desapercibido. Muchos notaron la presencia de aquella mole pero para su bien nadie se había fijado en su rostro o algún otro rasgo felino. Había sido tan afortunado que había logrado llegar hasta el fondo del local para sentarse en una solitaria y esquinada mesa. Al menos la prueba de sigilo que se había impuesto la había superado con creces. El problema surgió dos segundos después de sentarse y contemplar su alrededor. Solo necesitó eso para darse cuenta que ese lugar no le gustaba.

Había mucha gente, demasiada para su gusto, hombres normales que se movían de un lado a otro amenazando con descubrirlo a cada instante, estaba en un completo estado de alerta que rosaba la paranoia. Para colmo, los ruidos eran intensos, la música y los gritos de los clientes formaban un bullicio que le molestaba demasiado, lo confundían tanto como el aroma a tabaco y alcohol que allí reinaba. Fueron mil veces que se formuló la misma pregunta: “¿¡Qué hago aquí?!”. Casi entró en pánico cuando una camarera le pido su orden, él tan solo logró responder la única bebida que se le vino a la cabeza en un decente inglés: “cerveza” y ni siquiera le gustaba. Ni siquiera tenía el dinero para pagarla o la edad para beberá, incluso recordó que no debía estar en ese país.

Quizás alguien se percató de eso, o tan solo era un ebrio que buscaba pelea. No supo si logró ver su cara o tan solo oyó su forma de hablar pero ese hombre se paró frente a él separados tan solo por una pequeña mesa – Oye, lárgate de aquí- murmuró con dificultad.. Jaguar no respondió, enfadando aun mas al hombre que derribó la mesa para acortar la distancia. – ¡Vete!- gritó con sus puños preparados

El mutante se paró de inmediato buscando distanciarse y manteniendo su rostro escondido - N-No quiero pelear. Detente- murmuró caminado hacia atrás mostrándole sus palmas, su acento extranjero era inconfundible. No prestaría atención a la gente a su alrededor, pues estaba atento a que su atacante no lanzara ningún golpe, controlándose porque no quería lastimarlo. Pero ese sujeto lanzó un puñetazo que obligó al mutante a tirar su cabeza hacia atrás y con ello la capucha que la cubría. Por primera vez en toda esa noche el lugar enmudeció.

Esto es tan divertido, carcajadas se desprendieron de sus labios, el único ojo por el cual veía se centraba en las figuras de los dos hombres en cuestión, uno era enorme, podía medir dos metros, o más, y abarcaba el lugar como si fuera un manto gigantezco de pura oscuridad. Illyana soltó una risa cínica, macabra, divirtiéndose a costas del escenario que se abría ante ella y que disfrutaba de una manera casi insana. Giró el rostro para pedirle otro trago al barman, recibiendo a cambio una mirada sorprendida y un gesto que le pareció gracioso, que propició aún más su burla. ¿Qué tanto se demoran? Pensé que darían un buen espectáculo, pensó, mordiéndose la punta de los labios con cizaña al ver que intercambiaban unas palabras que no escuchó, que tampoco le importaron, ella sólo quería divertirse un rato. Cosa que llegó, que le cayó como anillo al dedo e hizo que un gritito de placer saliera de sus labios al primer movimiento de puños cerrrados. Más su asombro no acabó ahí, para nada. Los labios de la pelirroja formaron un tétrico rictus al bajarse el telón, al caerse el disfraz, a que esa capucha que cubría el rostro de uno de los tipos que luchaban se cayera y mostrara lo que sería la cara de algún... gato. ─ ¡Pero que bueno está todo aquí! ─Fue la única que habló, solo su voz se escuchó entre el sepulcral silencio que invadió el bar. Ella se levantó como un resorte de su asiento, caminando a pasos agigantados hacia donde estaba el hombre-gato-animal, lo que fuese, a ella poco le importó que el otro gordo y panzón, más ebrio que una botella añeja, se tambaleara, comenzando a gritar malditos monstruos mientras movía con peligrosidad una botella rota como si fuera una espada asesina. ─Eh, tío, que calmes las aguas, que aquí no ha pasado nada. ─Soltó con una risilla, dedicándole una fija e inmutable mirada al mutante. Sus manos se alzaron, sujetando el rostro del tipo con algo parecido a la fascinación, tentaba los vellos de la cara, ¿o más bien eran pelos? Ella no sabía con exactitud, pero se le hizo emocionante tener frente a ella una cara felina en el cuerpo de un enorme hombre que parecía jugador de baloncesto. ─Debes tener problemas para encontrar cremas afeitadoras, hasta diría que las cuchillas se quedan atracandas en este pelaje. ─Pausó, tanteándole la nariz. ─ ¿No has considerado usar la cera depilatoria? Está de moda en estos días. Aunque yo los prefiero peludos, ¿no, peludín?

Su comentario no fue gracioso, no para el resto de personas que se encontraban enmudecidas ante la visión del mutante. El gordinflón, el de las intensiones asesinas y la panza cervecera, ese se tiró sobre ella, intentando fijar su ataque en el gigante y blandiendo la botella cual espada. Illyana se movió, agachándose mientras empuñaba el arma que llevaba escondida en la guantera del cinturón. Dos segundos después, resonaron tres disparos en todo el lugar. Hubo gritos, mesas cayéndose y el sonido de vidrios rompiéndose en mil pedazos. El rostro de la pelirroja había sido salpicado por la sangre del ebrio panzón, se pasó la mano por la mejilla más sucia, limpiándose el líquido rojo con algo de asco. El cuerpo del hombre muerto se deslizó por un costado y cayó contra el suelo con un ruido seco que pareció inmovilizar a todos los demás luego de que el infierno se desató con el ataque de la fémina. ─Detesto hacer eso, pero el gordo no me agradaba. ─Hizo un gesto de asco, pateando el cuerpo sin vida y hundiendo la punta de su tacón con algo de zaña sobre el estómago abultado por donde la sangre salía a borbotones. Ni se preocupó porque el hombre estuviese agonizando o si había partido al otro mundo de verdad. ─ ¿Alguno más quiere interrumpir mi deliciosa charla con el amigo peludo? No me gusta apuntarle a mis colegas con esta enorme y peligrosa arma, pero ya ven, hay gente que simplemente me molesta y me saca de las casillas. ─En su rostro apareció una expresión de desconsuelo, una mirada dolida en su ojo visible y unas falsas lágrimas rojizas, que eran nada más el residuo de sangre que salió a borbollones. Ups, creo que se me ha pasado la mano, pensó, observando la mirada de pánico que los civiles enseñaban en sus ojos grandes, repletos de un temor a lo desconocido, blancos en casi toda su expresión. Tenían una mirada de miedo y ella sintió tanta lástima por ellos, porque eran incapaces de ver que aquel enorme y peludo hombre era parte de una deliciosa evolución que debían contemplar, abrazar, regodearse en ella, pero sobretodo, dominar. ─Viendo que nadie más tiene nada que decir, ¿por qué no siguen tomándose unas copitas? De paso, olviden que una deliciosa pelirroja con un parche y su amigo peludín con cara de gato estuvieron aquí. ─Soltó una carcajada, al separarse sus labios y enseñar los dientes pudo saborear el sabor a hierro de la sangre ajena. ─Ven conmigo, cosa peluda, ¿o prefieres quedarte con estos hombres sedientos de venganza? ─Se volvió hacia él y le sonrió. Con esa tétrica mueca cubierta de sangre.

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Cuando se dio cuenta de que su escondite había caído, develando su expresión felina. Jaguar quedó petrificado del terror, toda la gente del lugar lo miraba y podía sentir las ojos clavados en él. Esas miradas lo paralizaban, como si se tratara de una serpiente que lo hipnotizaba con su mirada. Su corazón latía con fuerzas, y en su mente corrían órdenes a tanta velocidad que su cerebro no podía procesar. No reaccionó al sentir el contacto de la mujer sobre su rostro, solo tensó sus músculos y apretó sus dientes. Solo la miró a los ojos, su ojo, de expresión fría y calculadora. Ella no le tenía una pisca de miedo, no corrió, gritó o tembló como todos los demás. En esa ocasión, fue él quien comenzó a atemorizarse. No sabía que quería esa mujer tan interesada en su rostro mutado, y tampoco lo que podría llegar a hacerle. Los gritos del viejo borracho pasaron desapercibidos a los oídos del mutante en todo momento, más no pudo omitir los estruendos que oiría luego. Con ellos salió del leve transe en el que había sido inducido.

Jaguar lo vio todo en cámara lenta, como su cuerpo caía desarticulado contra el suelo, con unas leves manchas en su camisa que poco a poco iban creciendo. En el suelo, pudo ver como ese hombre daba últimos espasmos, sus últimos reflejos en este mundo. También olió, sintió miedo y muerte filtrándose en sus narices. Ese olor que tanto conoció. – Está- murmuró pero se frenó, alejándose unos pasos de la mujer del arma, su corazón ardía y cuerpo temblaba- lo…lo mataste- terminó de decir. Él corrió, atropellándose con personas y volteando muebles que se interponían en su camino, tropezándose con sus propios pies. No le obedeció, a sus palabras aunque quizás así pareciera, él solo huyó de esa mujer.

Abrió la puerta de un empujón, tentando con destruirla por la fuerza de sus brazos, y cuando al fin pudo ver la luz de la luna, sus pies chocaron entre y perdió el su equilibrio. Cayó de cara e inmediatamente volteó para observar la puerta del bar, donde se encontraba la asesina, no corrió solo se arrastró unos metros por la vereda, mirando siempre el mismo punto. Pues sus pensamientos le sugerían correr pero su cuerpo no respondía.

─ ¿Por qué todos terminan corriendo siempre? ─Gimoteó, lamentándose de la situación cuando el mutante se dio a la huída tan pronto le ofreció ayuda. ¿Qué? Tan sólo quería darle una mano antes de que acabara siendo víctima de los botellazos de aquel ebrio y de los insultos y una segura paliza por parte de los demás compatriotas de raza. Illyana no creía que hubiese hecho algo mal. Desde su perspectiva, una vida mutante cobraba más fuerza sobre los humanos. Hombres y mujeres comunes y corrientes nacían todos los días, vivían y morían a cada instante, sin distinción o diferencia entre ellos, en cambio, los mutantes eran escasos, eran perseguidos como judios, como la escoria del universo, cuando en ellos estaba la evolución. El paso a la siguiente etapa, el descubrimiento de una raza mejorada. Éso, para la pelirroja, era el principio de la evolución que Charles Darwin mostró al mundo con su revolucionario pensamiento. ─Tendré que correr y, ugh, ensuciarme mis lindos tacones con este sucio piso. Nada puede ser peor. ─Se quejó, sonriendo de medio lado, con ese mismo gesto tétrico y ruin que la impulsó a correr, sus brazos moviéndose de manera rítmica con su cuerpo mientras sus manos sostenían el arma y apuntaban a la puerta del bar, por si tenía que dispararle al mutante. Sin embargo, cuando pensó en hacerlo, éste cayó al suelo y ella sonrió con satisfacción.

Caminó lentamente hacia él, disfrutando el verlo arrastrarse con lentitud mientras su mirada seguía fija en ella, esperando a que hiciera algo, como si estuviese a punto de devorarlo. Oh, querido, no sabes cuánto deseo hacerlo, pensó, torciendo el labio, exponiendo sus dientes en una macabra sonrisa y pisó, con la punta de su zapato, el pantalón del hombre y apuntó con su arma. La mano libre fue directamente a su rostro, acompañada de una carcajada cargada de erotismo y placer. ─Cuanto he esperado por una oportunidad como esta, oh, verte me hace mojar las bragas. ─Sus dedos rasguñaron la piel de sus mejillas, dejando rastros de sus uñas como rosáceas marcas. La fémina se agachó, apuntando el pecho ajeno con el cañón de la pistola y su boca se cerró un momento, el justo que le tomó acomodarse sobre el estómago ajeno, sentándose sobre como si fuese su sillón favorito. ─Illyana Brand, un placer conocerte, amigo peludo, ahora dime, ¿sabes algo acerca de tu mutuación? ¿Alguna clase de genoma felino fusionado con algunos células humanas? Aunque me hace preguntarme, ¿eres realmente un mutante o has sido creado artificialmente? No me importaría lo último, sabes, pero solo pido que me dejes conocer a fondo. ─Se inclinó sobre él. La pelirroja se percató que era puro músculo, firme y macizo, podía sentirlos comprimirse bajo sus muslos y se reía ante el temor que podía percibir del mutante. ¿Cómo era posible que una criatura como esa le temiera a una simple mortal como ella? Lo ridículo de la situación la hizo reír descolocadamente.

Brand se frotó contra el abdomen bajo su cuerpo, acercando su rostro al ajeno y su mano libre volvió a acariciar el pelaje del rostro felino. Ella río al sentirlo, enroscando sus falanges en los cortos vellos. ─Déjame usarte aquí, ─señaló su frente, haciendo alusión a su cerebro, luego trazó un camino desde su frente hasta su cuello, jugueteando la línea que dejaba la aorta, para después posar su palma abierta sobre el corazón bombeante. ─Y aquí, prometo que no te dolerá mucho y podremos disfrutarlo mientras te hago unos exámenes. ─Se río. ─Nunca me ha molestado la zoofilia. ─No estaba hablando en serio, pero la idea no se le hacía asquerosa, ni aburrida, sin embargo, para ella lo más importante era conseguir el ADN del mutante y la forma en que funcionaba su sistema. De sólo imaginarse las cosas que podría descubrir, hacía que quisiera ronronear de placer.

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Por un instante de lucidez, el mutante tuvo la idea de pararse y echarse a correr para alejarse de esa mujer, pero no pudo porque algo lo apresó. Solo era el taco de la asesina, pero él lo sentía como un grillete que lo encadenaba contra el suelo y le impedía moverse, porque la asesina no solo empuñaba un arma como sus carceleros, su mirada era igual a la de ellos y también olía a sangre y pólvora. Ella era como esos monstruos que lo tenían enjaulado y que con solo verlos sentía como sus fuerzas desaparecían, porque ellos eran demasiado fuertes para él.

- No- murmuró instante en que ella dirigió su pistola contra su persona, Jaguar solo cerró sus ojos y los tapó con uno de sus brazos. Su voz y su risa lo atemorizaban aun más. –Dajame- murmuró en su idioma natal. No quería oír otra vez la explosión que sus armas producían, porque quemaban y dolían…y mataban. Jaguar tampoco quería morir, él quería vivir. – P…Por favor. No- esta vez lo dijo en un pésimo inglés aun esa mujer así no se detuvo.

Al sentir el peso de la mujer sobre su torso, abrió sus ojos vidriosos y contempló aquella imagen por unos instantes. Hasta comprender que se trataba de un monstruo, un depredador que solo jugaba con su presa. Temblaba y apenas podía respirar como para decir algo. Ni siquiera podía entender sus preguntas.- No…se- fue lo único que logró decir, ante tantas preguntas que lo agobiaban. El quería alejarse, que esa mujer desapareciera, pero ella se empeñaba en hacerle sentir cada vez más la presión de su cuerpo, asfixiándolo cada vez más. Cuando sintió las manos de Illyana Brand apartó levemente su rostro, un intento banal de evitar el contacto, no le importaba que fueran caricias pues sabía que pronto se encargaría de desgarrar su piel y buscaría quebrarlo, como tantas veces lo habían hecho.

- ¿De qué hablas?- gimoteó tartamudeando - ¿Qué vas a hacer?-

La risa brotó de sus labios al escuchar la asustadiza respuesta del mutante. Su mirada fija en el rostro animal, analizando cada parte de él como si tratara de memorizarlo. Lo hacía, por supuesto, ella siempre se grababa las facciones de todo aquel en que ponía interés y este joven no era la excepción. Se le hacía fascinante su mutuación, una mezcla de gen felino con el humano, algo que podía asegurar el cruce de razas. ¿Qué más le permitía aquel asombroso cruce a parte de su apariencia? Illyana estaba segura que no era solamente la parte física, por lo que notaba, también era firme y fuerte, eso quería decir que su extraña genética podía haberle otorgado una fuerza sobrehumana, casi idéntica a la del animal con la cual estaba enrazado, por decirlo de una manera. ─ ¿Tienes miedo acaso? ─Murmuró con voz dulce y melodiosa, tanteando el pelaje, acariciando los músculos que se vislumbraban bajo ellos y sonriendo ante la fuerza contenida que tenía aquel mutante. ─La evolución, mi querido, es un proceso largo y doloroso, donde nuestros cuerpos, células y átomos se van adaptando poco a poco, mejorándose entre ellos, construyendo un nuevo genoma que nos cambiará desde dentro hacia afuera. ─Su suave sonrisa se convirtió en un gesto macabro, una mueca donde sus brillantes dientes blancos quedaban a flote y el brillo misterioso del sadismo aparecía en sus facciones. La pelirroja disfrutó el miedo que veía en los ojos ajenos, la adrenalina comenzó a fluir por sus venas.

Se irguió por completo, alejándose de él tan solo unos cuantos centímetros y extendió su mano libre, sin dejarle de apuntar con el arma. La mirada seguía fija en él, previendo cualquier otro movimiento mientras su mente comenzaba a calcular rápidamente las cosas que haría. Le gustaría cedarlo y llevárselo, pero los cedantes comúnes no funcionarían con él, necesitaba uno tan fuerte como para derribar a un elefante. Eso lo puede matar, pensó, sonriente ante la idea. Aunque su motivo inicial no era asesinarlo, le servía vivo o muerto. ─Levántate y deja de gimotear cual gatito asustadizo, es penoso verte tan llorón. ─La risa inundó el espacio. ─Espero y no muestres demasida resistencia que debo llevarte a otro sitio.
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No era un cobarde, tenía temores como todos pero no era fácil hacerle recular, tanto así que muchas veces su valentía podría llamarse idiotez. Pero esa mujer había despertado en él un temor que se había encarnado en sus más profundas capas de su conciencia, un temor que se remontaba hasta sus más antiguos y nublados recuerdos, de esos momentos donde todo resulta borroso y aterrador, donde solo quedaban sensaciones de gran dolor, hambre y miedo. Ellos habían sido tan dañinos que habían logrado crear una cadena invisible que quizás nunca se desvanecerían, porque no importaba lo fuerte que fuera ellos, de una u otra forma, lograban dominarlo. Ella era igual a esas personas, violentos y sádicos que vivían para torturarlo. Esa mujer, como sus torturadores, era más poderosa que él, y no había forma de derrotarla.

No dijo una palabra a la primera pregunta, tan cerró sus ojos un poco, casi como asintiendo. Era incapaz de mentirle porque sabía que solo serviría para enfadarla. Él no solo le tenía miedo a la mujer, sino que también lograba confundirlo. -¿Eh?- Células, átomos y genomas, no entendía nada de lo que le quería explicar, ni las palabras y mucho menos lo que la agente trataba de explicarle. Tampoco le importaba mucho, tan solo se concentraba en las manos que lo tocaban. Por suerte, la pelirroja no tardaría en separarse un poco de él, permitiéndole calmar su respiración. Luego al oírla, acató su orden sin rechistar y se puso de pie de un salto, no quería tampoco estar en una posición tan desventajosa.

Allí algo vio, no estuvo seguro qué pero le dio a su mente unos instantes de lucidez que le permitieron reaccionar. - ¡No! ¡No iré contigo!- gruñó enseñándole sus colmillos y extendiendo sus garras por completo. Se mostraba amenazante, pero su pulso no estaba firme, aún temblaba. Lo peor, es que sabía que no podría atacarla. Jaguar tragó saliva y habló – No quiero-