Ese Instituto me iba a hacer volverme loca, perder el juicio. Incluso me estaba planteando matar a alguien. ¡Todavía los estúpidos se creían que era una Escuela de verdad! Infantiles, no eran más que niñatos en busca de un sitio donde les aceptaran. Cuando muchos ni siquiera se aceptaban a sí mismos. "Sed iguales a los humanos", canturreaba el maldito profesor día tras día, hora tras hora, "No somos distintos a ellos". ¿Distintos? A este paso me parecía que éramos incluso peores. Más de una vez había estado a una milésima de segundos de reducir aquel maldito lugar a cenizas.

Y toda esta rabieta viene de que me han vuelto a castigar por arder en el jardín. Ni que fuera un perro que se hubiera meado en el sofá; ni que yo ardiera por gusto propio. Bien sabía el maldito greñoso que si me hacían enfadar no podía controlar el gen, y bien sabía que muchos de esos estúpidos estudiantes lo usaban en mi contra. Ya no podía contar con los dedos de una mano las veces que algún estudiante me había sacado de quicio sólo para verme arder, con su consecuente vergüenza una vez que me apagaban. Porque era fácil decir "Nirvana, apágate", pero era más divertido coger un puto extintor y rociarme con él. Y se hacían llamar profesores.

Entré en el maldito bar empujando a todo aquel que se encontraba en mi camino. Lo único que quería era beber hasta emborracharme, olvidarme de mi nombre y de mis problemas. ¡Já! Casi hablaba como mi padre. Empujé a una de esas niñas de papá que no tenían ni edad ni bragas para estar en ese antro de uno de los taburetes, y cuando intentó decirme algo casi le enseñé los dientes. Me dejé caer sobre dicho taburete y refunfuñé.

-Vodka solo. -al ver mi cara de pocos amigos, la camarera me sirvió enseguida. Di un trago de golpe, sintiendo como me quemaba la garganta, aunque no de la manera esperada. El alcohol no me subía igual desde que aquel gen se había manifestado. No sabía la razón ni quería saberla, ya suficiente loca me volvía el hecho de controlar que las llamas envolvieran mi cuerpo cada vez que mis emociones me jugaban una mala pasada. No perdía detalle de lo que sucedía a mi alrededor, y un hombre a mi lado fue quien lo hizo esta vez. Era muy bien parecido, no estaba nada mal. Casi pareció que le escaneaba con la mirada, a pesar de que trataba de mantener el disimulo.

Aquella escena no pasó desapercibida ante mis ojos. Había algo extraño en ese hombre, pero lo mismo que resultaba extraño era atrayente como un imán. Algunos fueron a mirar qué le pasaba al chaval, pero ninguno pareció darse cuenta de que aquel tipo había estado ahí todo el tiempo. Parecía una sombra. Fue por eso que cuando me miró noté un escalofrío, que recorrió cada parte de mi cuerpo como una llamarada. Había intentado pasar desapercibida y había fallado. Una situación habitual, vaya.

Le di un trago al vaso y lo terminé. El ardor de mi garganta seguía allí, y no era precisamente por el alcohol. La rabia seguía supurando por cada poro de mi cuerpo y estaba segura de que si viera a uno de esos críos le rompería la nariz a puñetazos, pero sabía que si quería permanecer en aquel Instituto debía comportarme correctamente. Bueno, todo lo que podría comportarse Nirvana O'Neill. No quemarle el pelo a Xavier, supongo que con eso bastaría.

Cuando oí la voz de aquel hombre tan cerca, casi salté en el taburete del susto. Por suerte, la única reacción que decidió mostrar mi cuerpo fue apretar un poco más el vaso. Le miré directamente a los ojos, sin timidez alguna.- No sabes que edad tengo. -esbocé una suave sonrisa cuando me puso la botella a mi lado y asentí, sirviéndose.- Bueno, no te negaré que tienes razón. Pero los de la puerta dejan pasar a cualquiera que tenga tetas. -solté una risa divertida. Agarré uno de los desordenados mechones de mi cabello y me lo puse tras la oreja.- Soy Nirvana. ¿Y tu eres...?

Sin duda estaba siendo estudiada por aquel hombre, y no me molestaba en absoluto. Parecía mayor que yo, no sabía de cuanta edad estábamos hablando, pero lo cierto era que no me importaba; al contrario, de algún modo me hacía sentirme... ¿deseada? Lo único que quería era pasar una buena noche; seguramente al día siguiente ese tipo no se acordaría ni de mi cara. Como todos, al fin y al cabo. Era mejor así, la última vez que me enamoré todo desembocó en esta mierda de vida, así que casi prefiero no repetir. Los humanos no comprendían a los mutantes y por tanto, no podían querernos. Lógico, pero no por tanto justo.

-No creo que llegaran a tiempo si los llamaras. Créeme, son bastante lentos. -las comisuras de mis labios se tuercen ligeramente. Me habían intentado detener varias veces, pero siempre lograba escapar. Esos polis eran como barriles de cerveza andantes, hinchados a donuts y café latte; no llegarían ni a la vuelta de la esquina.- Ezra... -musité su nombre. Jamás había escuchado un nombre parecido; tampoco es que conociera a mucha gente como para decir eso. Estaba segura de que, en cuanto pasara una rubia despampanante por delante de aquel tío, el interés sobre mi persona se esfumaría como cenizas en el viento; parecía uno de esos tipos que parecen buscar siempre a la mejor conquista.- Yo me llamo Nirvana. Me gusta conocer el nombre de la persona con la que hablo, llámame anticuada. -me encogí de hombros y apoyé el cuerpo en la barra, jugando con el dedo índice en el borde del vaso.

Su pregunta no me pilló de sorpresa, pero sí me dejó sin alguna respuesta plausible que darle. Lógicamente, no podía decir que había estado a punto de tirarle una bola de fuego a la cabeza a un estúpido que me intentaba apagar con un extintor. Tampoco sería muy lógico que le contara que quería reducir a cenizas un Instituto dedicado a educar mutantes. Interactuar con humanos era sin duda, difícil. Crear excusas en cada frase, mentir... No me gusta en absoluto, aunque lo parezca. Interpretar un papel no es lo mismo que no decir la verdad.

-Digamos que he tenido problemillas en... mi correccional. -sí, llamémosle así. Era lo que más se le parecía, al fin y al cabo. ¿Que eran los jóvenes mutantes más que fallos en el sistema, niños descarriados que no tenían dónde caer muertos? Una vida dedicada a la soledad si quieres vivir entre humanos, la de un mutante. Y tampoco era especialmente jocosa viviendo entre similares. O quizá soy yo, que soy más arisca que los gatos.- Tú no pareces tampoco del estilo de este sitio. ¿Por qué no vamos a otro lado? Conozco sitios mejores. -propuse, mirándole a los ojos. Sabía convencer a la gente, y sabía que para los hombres esa frase significaba otra cosa. No tenía ninguna intención de que significara esa otra cosa, o por lo menos, no aún.

No me sorprendería en absoluto que aquel hombre hubiera pensado que estaba mintiendo. Pero no podía contarle mi verdadera naturaleza. Era humano, no podía saber de la existencia de unos adolescentes mutantes que estaba prácticamente a rebosar. Ojalá fuera un mutante, todo lo haría más fácil. Hasta el sexo es más fácil entre mutantes. Básicamente porque no tienes que salir corriendo en cuanto se te escapa una chispa de fuego por la punta de los dedos en el orgasmo. Es bastante molesto eso de quedarse a medias por una tontería así. Bah, humanos. El cambiar de tema surtió efecto, y reaccionó como esperaba que reaccionaría. Dejé escapar una risa y me bebí lo poco que quedaba en mi vaso.

-Sí, se te ve con conocimientos. -me burlé manteniendo esa sonrisa torcida que me caracterizaba. No me solían tomar por sorpresa, pero su siguiente acto lo hizo. Parecía que le gustaba actuar al margen de la ley, y eso me gustaba, demasiado. Arriesgarse a ser detenido no era algo con lo que los humanos solieran jugar. Mentiría si dijera que no había hecho que subiera mi temperatura corporal. Me mordí ligeramente el labio inferior y cuando tiró de mí no me lo pensé dos veces y le seguí, agarrándome a su chaleco.

En un momento, quizá en el que me giré porque llegaban los sanitarios a llevarse a aquel hombre -estaba por lo menos al noventa por ciento segura de que Ezra había tenido algo que ver en aquello, pero sin ninguna idea acerca de qué había pasado- le perdí de vista. Simplemente salí afuera y le vi a cierta distancia, andando de espaldas. Si quería sexo, lo peor que podía hacer era perderme de vista. A una conquista la mantienes vigilada, ¿no? O al menos eso me habían enseñado los pocos humanos a los que les había permitido el lujo de meterme entre sus sábanas; en toda la noche, apenas solían soltarme. Quizá simplemente quería pasar un buen rato por los bares e irse a casa solo. Estaba realmente confundida, y no solía estarlo. No me gustaba la sensación, y menos con el alcohol paseándose por mis venas.

Al llegar hasta él no pude evitar una exclamación de sorpresa. Sin duda el tipo tenía pasta, ya fuera de forma clandestina como se había agenciado ese par de botellas o de forma legal. ¿Acaso importaba? El caso era que tenía el mejor cochazo al que yo me subiría en toda mi triste vida, y no pensaba desaprovechar la oportunidad. ¿Un cochazo y un macizorro? Tendría que estar loca para decir que no. Primero va mi disfrute.

-No conozco las calles. Sé que está por la parte norte. Se llama Kelly's. ¿Lo conoces? -estuve a punto de acercarme a encenderle el cigarro, ya por las veces que lo hacía con algún que otro compañero del Instituto. Da gracias a quién sea que esté allá arriba que no lo hice. Me acerqué pero ni por asomo se me ocurrió apoyarme en el coche. Sabía lo posesivos que eran los tíos con sus coches.- Es irlandés. Está bastante bien, la gente está muy loca, la música es entretenida. -a pesar de todo, me mantenía cerca, no sabía bien si para engatusarle a él o terminar de acabar enganchada por su aroma. A lo que no dudé fue a coger la botella que había mangado y dar un trago, pues no pensaba dejar que se la quedara toda para él. Le sonreí traviesa y le pasé de nuevo la botella.- ¿Quieres? -ofrecí, aunque no estaba ofreciendo precisamente el vodka que residía entre las paredes de cristal.