“Jodida sea la humanidad” pensó el varón maldito mientras caminaba por las calles con un cigarrillo en su boca, los lentes reflejaban el sol pero protegían sus ojos de los rayos. Sus ropajes eran simples pero a la moda. Sus manera de caminar lo hacía que pasara desprevenido por los tumultos eternos de la gente, el pavimento grisáceo se expandía en lo que parecía una eternidad de ciudad. Las mentes humanas eran tan sencillas, lo que no entendían lo satanizaban y eso él lo detestaba ¿Quién dijo que lo malo era lo incorrecto? ¿Quién decía que matar era malo? Solo eran escritos que habían quedado sin importancia hace eones; la humildad no era una de sus virtudes pero tampoco era egocéntrico, sentía que era mejor pero no lo demostraba, era un chico de dos caras, no mostraba su verdadero ser a todos. Zachary era hijo de una familia prominente, que lo abandono solo por tener poderes, una infancia sufrida sin amigos le hicieron frío y calculador, estratégico hasta el punto de planear cada paso que daba, mirar cada cámara que había en la calle y memorizar todos los rostros.

El poder del joven era infinito, al menos el no conocía límites. Cuando se transformaba en el monstruo rojo era imparable. Podía modificar todos los cuerpos y materias, muchas veces le intentaron matar con cuchillas con balas y el solo las deshacía, transformaba la energía dinámica en estática  y la redirigía a su agresor. Entró a un bar de sociedad alta sociedad y miró al que atendía en la barra, él le miró y de inmediato lo reconoció –Hola Señor Kennedy… ¿Qué se le ofrece este día? – musitó con un tono amable pero que no podía evitar dejar salir el miedo de tenerlo tan cerca, la gente lo conocía por esos lugares… tal vez como el asesino de sus padres –Oh, nada Señor, solo quiero lo de siempre, y espero que esta vez no se equivoque- dijo y sonrió, bromeando con el pero con una mirada sería, él era el dueño de todos los lugares, el mundo era suyo, pero por ahora debía seguir a un papanatas alemán con sed de venganza y con ideas puristas. ¿Qué tenían los sobrehumanos que los demás no tuviesen? Poderes y mucha influencia, ellos en conjunto podían destruir todas las cosas como se conocían hasta la fecha, para todo comienzo hay un final y la línea era corta, estrecha, no todos podían recorrerla. –Quiero que le des un trago a esa chica allá, yo pago- dijo y se lo mandó a una rubia, era hermosa y elegante; como a él le encantaban. No era un pervertido, era la primera mujer que le atraía en años… o meses… no entendía su percepción del tiempo a la totalidad.

La percepción del joven era diferente. Su mirada lúgubre y cruel se posó en el cuerpo de la hermosa chica rubia. Prendió otro cigarrillo y sintió como los tóxicos se metían en su organismo y empezaba a adormecer sus sentidos. La pelirrubia era una mujer hermosa, pero no era lo que aparentaba ser, no muchas personas iban a ese lugar a beber, todos le tenían miedo y quien entraba ahí era para matarle o sacarle información. Él era un chico accesible y más con una mujer así pero no quería parecer débil ya que no lo era. Pasaron horas antes de que le contestase –segundos para la chica- pero pudo percibir todo a su alrededor.

Los vasos brillaban de forma tintineante bajo los rayos del sol, el pelo de la mujer era iluminado a su vez por las luces opacas del bar. La chica venía tintineando su cadera de forma elegante aparentando ser algo que no era; los ojos de la mujer escondían algo que no podía notar que era, pero eran hermosos, la mirada profunda pero querían gritar, sentía la tensión que iba de su boca, las mentiras, podía percibirlas. Escuchó la voz de la bella mujer y negó con la cabeza –Pues solo quiero que me dé su nombre señorita, y después me diga que la trae a este lugar y que información quiere que le dé- dijo mientras bebía de su vaso. El whisky llenaba su aliento de un olor a madera y licor añejado, el reloj tintineaba, era aún temprano y quedaba mucho tiempo para platicar con la mujer.

Los poderes infinitos del joven los desarrollo a corta edad, su vida había sido marcada por burlas y empujones, golpes y mal entendidos, pero simplemente al hombre no le importaba lo que pensasen de él; no sabían que si se metían con el morirían sin dejar rastro, desaparecerían sin decir una palabra, serían hombres ahogados por su poder en un limbo de sufrimiento. Todos estaban destinados a florecer y luego perecer, solo irse de un mundo hipócrita destinado a la destrucción inevitable. La humanidad siempre regresaba a sus orígenes, eran animales cuando empezó la cadena evolutiva y ahora eran animales violentos y sin sentimiento alguno; tal vez él estaba destinado a asesinar a los hombres, pero no sería quien tuviera la culpabilidad de tanta muerte… solo contribuiría a la guerrilla porque guerra no era… No había dos lados, solo uno preparado y otro listo para morir

-Me llamo Zachary por cierto, creo que usted ya conocía mi nombre desde hace días… dígame ¿Qué más sabe de mí?-