No era un plan elaborado ni mucho menos, no intentaba demostrar o hacer algo con un fin. Simplemente fue una estúpida idea que se le había pasado por la cabeza. Cuando quiso darse cuenta Betsy estaba metida dentro de un disfraz barato que enseñaba más piel de la que la gente estaba acostumbrada, y eso, en cierto modo, le hacía sentir extremadamente bien. Los pensamientos de Jean, a quien había convencido de seguirla en la disparatada idea, despertaron a Elizabeth de su propio egocentrismo e hizo que se girara inmediatamente a verla. El traje que llevaba Jean, por algún motivo, mezclado con su total descontento al respecto, hicieron que se echara a reír inmediatamente. – Per… perdón. – Dijo llevándose las manos a la boca sin poder parar de reír. Intentó recomponer su postura con una cara más seria, pero la risa la tambaleaba de vez en cuando.

Ambas acabaron riendo a la vez sin sentido alguno, si alguien pasaba por ahí cerca pensarían que estaban locas, y en parte… ¿no era eso cierto?. Negó con la cabeza cuando Jean comenzó a preguntarle sobre qué tenía pensado hacer vestida de esa forma. Era irónico, dos mutantes con ciertos poderes iban disfrazas de heroínas, pero la gente solo las vería como chaladas metidas en disfraces de alguna tienda con rebajas. – En realidad no tenía nada planeado. Solo quería verte disfrazada así por las calles. – Confesó volviendo a echarse a reír. – Pero si quieres, puedo empezar a enseñarte estrategias de seducción, que te hacen falta.- Dijo sin reparo alguno asintiendo con la cabeza. – Lo primero que tienes que hacer es eliminar inmediatamente esa pose de santurrona, así no llegaremos a ninguna parte. – Negó con la cabeza, colocándose con las manos en la cintura y las piernas un poco abiertas. Con una sonrisa dibujada en su rostro y una mirada seductora de las que solo ella sabía hacer, colocó su cabeza de forma altiva y volvió a echarse a reír segundos después. – Vale, quitas las risas y esa postura es de lo más apropiada para una heroína. Como en las películas que hemos visto. – Estaba segura de que esto no iba a funcionar, pero también sabía que al menos iba a reírse un buen rato.

Lo único que podía hacer Betsy en esas circunstancias era reír, reír y reír más. No lo hacía completamente a propósito, no tenía la intención de desmoralizar a su mejor amiga, pero es que no podía controlarlo. Se encontraba dibujando una "x" con los brazos, haciendo a la vez un sonido que cualquier persona relacionaría con "Error", cuando Jean advirtió a Betsy de la presencia de intrusos indeseados. Inmediatamente Elizabeth se concentró en gran medida para poder leer una a una las mentes de aquellos seres. Con los ojos cerrados pudo ver las obscenidades que se les estaba pasando por aquellas cabecitas. En circunstancias diferentes Elizabeth los hubiera ignorado, pero en este momento estaba segura de que a Jean le molestaría, y mucho, sobre todo por las advertencias que ya le estaba dando.

Cuando los muchachos se acercaron con aquella pinta de matones de instituto, Betsy sintió la necesidad de reírse también en su cara, pero se controló para dar la imagen que quería, la de una mujer con instinto asesino. – Yo me ocupo. Babe. – Dijo con un tono sarcástico, para después coger a su amiga por el brazo y alejarla de aquel ser inmundo. Elizabeth dio una vuelta de reconocimiento mirando a cada uno de los chicos. Sus cortos pero firmes pasos, demostraban que se sentía totalmente segura de sí misma y que aquellas personas no representaban nada más para ella que una molestia. Se paró justo enfrente del que había osado agarrar a Jean por los hombros como si se tratara de su juguete. Ellos seguían soltando frases desagradables de intento de seducción nefasto, cuando Betsy los hizo callar levantando una sola mano, señalándole con el dedo al chico. – Bien, como no os marchéis tú y tu grupito de amigos en cinco segundos… tú te llevarás una patada en el estómago. – Comentó completamente tranquila y con una sonrisa en los labios. - Tú, un puñetazo en la barbilla. – Amenazó cambiando la dirección de su dedo hacia la otra punta del círculo que habían formado a su alrededor. – Tú… solo sé que te romperé la nariz, la forma es una sorpresa. – Esta vez cambió la dirección de su vista y su dedo a uno de los que peor pinta tenían, y de los que peores pensamientos se le habían pasado por la cabeza. – Y el resto, si no salís corriendo después de ellos, creo que acabaréis con alguna herida superficial por la caída. – Esta vez dirigió la mirada a Jean. Sabía que si no se iban, la pelirroja no se iba a quedar cruzada de brazos.

La pose, la actitud y las palabras de Jean, todo junto, hicieron que Betsy sintiera un tremendo orgullo hacia su amiga. La había enseñado bien, no quedaba duda, pero la situación estaba claro que ayudó a que la joven tomara era actitud y ese coraje de luchadora nata. Sonriendo asintió con la cabeza tras escucharla y miró a los chicos, que parecían seguir burlándose de ellas. Ridículos, eran ridículos. No sabían con quienes se estaban metiendo.

Cuando uno de ellos volvió a tocar a Jean, Elizabeth sintió recorrer por todo su cuerpo una rabia fuera de lo normal. Estaba a punto de darle su merecido cuando Jean se comunicó con ella mentalmente. Sus palabras la tranquilizaron, sabía que no se iba a quedar quiera y personalmente, le daba igual que cualquiera de aquellos chicos quedaran minusválidos para toda su vida. De repente se giró al lado contrario, donde acababan de rodearla. – Se merecen una buena tunda. – Le dijo telepáticamente a la peliroja, justo en el momento en el que elevó su perna con gran impulso y le encasillo a uno de los chicos una patada en el estómago, tal y como había dicho antes que haría.

Otro joven intentó acercarse a ella por la espalda, pero Betsy lo vio venir y con un rápido movimiento de brazo, le clavó el codo en las costillas. – Deberíais aseguraros de que no os acercáis a gente peligrosa. – Comentó en voz alta volviendo a colocarse en posición de defensa por si alguno volvía a intentar atacarla. -  ¿Cómo vas por allí? Necesitas que te eche una mano. – Preguntó telepáticamente a Jean, que tenía a tres chicos cerca de ella. Sabía que no necesitaba ayuda, que era lo suficientemente capaz de quitarse a treinta como ellos sin pestañear, pero la cortesía era algo de buen gusto durante las peleas.