¿Qué hacía ella allí? Pues se había escapado para tener una verdadera fiesta al estilo neoyorkino, su vestimenta era algo diferente, llevaba un vestido blanco hasta un poco más arriba de la mitad de sus muslos, no estaba tan adherido a su piel, una chaqueta corta y sus zapatillas favoritas. Le dio un rotundo no a los tacones, esta noche quería bailar y no quejarse por aquellos molestos artefactos. Estaba afuera del primer club que le llamo la atención, pues ella no sabía muchos lugares donde frecuentar, esperaba divertirse muchísimo esa noche. Entro y las luces de neón hicieron una solemne aparición ¡Ese club era lo máximo! Las luces, la barra, la música ¡Todo! Rápidamente se dirigió a la pista de baile, específicamente el centro donde se acentuaban las luces. Comenzó a mover sus caderas al ritmo de las melodías y se dejo llevar por aquel magnifico momento, era cierto estaba sola pero eso era lo último que le importaba en aquel momento de descontrol.

Había hecho algunos amigos al igual que amigas, pero sus piernas ya estaban cansadas aparte de su boca que repentinamente estaba seca por tanto hablar, se dirigió a la barra en busca de una deliciosa salvación. Pidió un leve trago y se sentó en una de las altas sillas, cruzo sus piernas y comenzó a admirar el lugar. Debería escaparse más a menudo del instituto, aun que rogaba que nadie se enterase o que sus compañeros no notaran su ausencia  dio otro sorbo al pequeño popote que transportaba el trago a sus carnosos labios.

La noche apenas comenzaba y ella lo estaba notando, pero un momento llego a sentirse aburrida, no había ningún chico que llamara su atención así que decidió quedarse un rato más bebiendo en la barra. Había pasado una hora, una miserable hora en la que no logro ligar con nadie, al parecer todos los que estaban de fiesta estaban muy bien acompañados, rodo los ojos y bufo molesta. Se sentó nuevamente en la barra pero antes de lograr su cometido choco con alguien y ella perdió por completo el equilibrio –Mierda... –masculló sosteniéndose del tipo, si al parecer era un hombre. ¿Esa sería la única diversión de aquella noche? ¿Casi caerse?

La noche había sido productiva. Estaba de entre los peores clubes de Manhattan. Ese club típico y clásico, donde iban los niños ricos y los que intentaban aparentar ser alguien en Nueva York. Básicamente un nido de ratas bien vestidas, con muchos billetes encima o pocos y mucha hipocresía en su mísera existencia. Pero nada de eso a Remy le importaba. Estaba allí por negocios y si bien el haber robado tantas billeteras y carteras, para quedarse rápidamente los dólares y dejar caer los cueros, era el suplemento, había sido productivo. Un tipo lo había citado allí para encargarle un trabajo. Suponía que la comisión sería alta, después de todo, lo estaba llamando al club más caro de la ciudad.

Cuando terminó su reunión con el hombre de mucho mundo y mala muerte, la música retumbaba en el lugar. Sonaba uno de los últimos temas de Michael Jackson. En la barra se vendía desde el champgne más caro hasta la cerveza más barata, hecha pasar por cerveza alemana de alta calidad ¿Desde cuando Alemania importaba su cerveza? Sobre todo a Estados Unidos. Negó resignado y se encaminó hacia la barra, iba a disfrutar un poco del lugar antes de marcharse. Sin embargo, cuando estaba por tomar un asiento libre, alguien que se movía de espaldas chocó con él haciendo que empujara al tipo sentado al lado. Etienne aprovechó, para rápido como una gacela, quitarle su billetera y disculparse. Recibiendo un gruñido como respuesta, volvió para ver a su agresora. —Eso debería decir yo, cariño, ¿intentabas ocupar el espacio libre? Me lo pedías y te lo cedías, corazón, soy un caballero...— contestó con elocuente encanto mientras le sonreía y tomaba delicadamente sus manos para apartarlas de sus hombros. —Por cierto, soy Remy, Remy LeBeau... ¿y tú?— se presentó el de Nueva Orleans, tratando de iniciar una conversación. Mientras tanto sus ojos escarlatas, que no se molestaba en disimular, recorrieron la figura esbelta de la chica. Un diez de acá hasta Japón, ida y vuelta. Aquello no se podía desaprovechar.

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Recuerda que estamos en los '80, Calvin Harris y con suerte andaba en pañales por la vida