El día pintaba muy bien para dar un paseo en lo que por ahora era mi nuevo territorio. Nueva York era un gran lugar para radicar ahora que todo en Japón se había ido por la borda; no en balde a aquel lugar le llamaban "La gran manzana" y yo estaba dispuesto a darle un buen mordisco.

Dejé el apartamento a temprana hora y comencé a deambular por la zona, recorriendo las calles, viajando por el subterráneo, empapándome de todo aquello que ahora era, por el momento, mi nuevo hogar. Realmente esperaba que eso fuera duradero, pues no sólo la metrópoli me era agradable, sino que también estaba algo cansado de andar de un lugar a otro sin establecerme de fijo; salvo por los "trabajos especiales" que debía hacer, los cuales hacían que me trasladara a diversos puntos del globo, prefería ser un poco sedentario ahora.

Mis pasos (y el metro) me llevaron cerca de Central Park. Aproveché para conocerlo ya que era uno de los lugares icónicos de Nueva York. Todo el lugar se hallaba lleno de gente, aunque dispersa, pero no dejaba de ser un gran espectáculo de la urbanidad en su hábitat normal. Personas corriendo para hacer ejercicio, vendedores de comida chatarra, cafeterías cercanas y artistas ambulantes. Seguí mi paseo, disfrutando de todo aquello que el lugar tenía para ofrecer cuando pasé cerca de tres chicos que se encontraban sentados en una banca.

Al alejarme de ella noté que se miraban entre ellos, como poniéndose de acuerdo y que después comenzaban a caminar detrás mío, ni muy cerca, pero si a buena distancia, de modo que pudieran seguirme sin ser tan obvios según ellos, pero sin perderme de vista. Bufé molesto, si hay algo peor que ser el blanco de un ladrón es el serlo de unos aspirantes mediocres a mafiosos; sí, se notaba que era la iniciación de alguna pandillita boba de adolescentes idiotas que se creen muy rudos sólo por tatuarse estupideces y cargar pesadas cadenas de oro en el cuello. Dispuesto a darles una lección de lo que es mafia de verdad, di vuelta a drede por un camino que supuse por su aspecto, sería solitario. Como era de esperar entraron detrás mío.

A cierta distancia me llamaron la atención con un grito. Me detuve y me giré un poco para verlos, dos de ellos se detuvieron en sus lugares y el tercero, el que hacía la "prueba de admisión", se adelantó con paso presuroso y pesado para ponerse frente a mí al tiempo que sacaba un arma y me apuntaba directamente. Le miré detenidamente, permaneciendo con las manos en los bolsillos.

-¿Quieres mi cartera?- Le pregunté con tranquilidad. No, sabía que no era eso lo que quería, estas pandillas idiotas siempre reclutaban a los suyos con los llamados pactos de sangre, matando a alguien para demostrar su fidelidad a la pandilla. El chico cortó cartucho mientras me apuntaba.

-¡A la orilla! ¡Ahora!- Me ordenó con nervios, pero tratando de aparentar dureza.- ¡Y saca las manos de los bolsillos!

Saqué lentamente las manos como me lo ordenó, al tiempo que los otros dos se acercaron para intimidarme, riendo y gritando cosas tontas y "amenazadoras" contra mí, alentando a su amigo diciéndole lo bien que iba. El chico, envalentonado por esas tonterías, me señaló con la pistola el lugar al que quería que fuera. Suspirando con hastío, le seguí el juego.

Llegados a la zona verdosa, rodeada de árboles, a la que quería que le siguiera, le pregunté.- Y ahora, ¿Pretendes que llore y ruegue por mi vida?- El chico, con manos temblorosas, me señaló con la pistola el piso, pretendiendo que me hincara ante él o me tendiera sobre la tierra. ¡Eso no! ¡El traje que llevaba era muy caro como para ensuciarlo así!

Al ver mi negativa el chico se alteró.-¡¡Te he ordenado que al suelo!!- Insistió mientras los otros le alentaban con palabras del tipo "Eso es" "demuéstrale quien manda" y tonterías como esas. Como seguí de pie, el chico, desesperado se preparó para disparar.

Fue cuando miré su pistola y en el momento en que él disparó, el arma le explotó en la mano destrosándosela. El muchacho soltó un grito terrible de dolor, hincándose en el piso, sujetándose la mano destrozada con la otra. Los otros lo miraban alarmados al tiempo que me miraban a mí. Uno de ellos murmuró.-Es un mutante.-

El otro se lanzó en contra mía con una navaja en la mano, logré esquivarlo, pero se notaba que el tipo tenía experiencia peleando con esa cosa, porque de inmediato se giró sin perder el equilibrio y me siguió, presto para ensartarme esa cosa. Volví a esquivarlo provocando nuevamente con mi poder, que el sujeto tropezara y fuera a dar contra su otro compañero, el que me había identificado como mutante, haciendo que la navaja se le ensartara en el estómago.

-La próxima vez que traten de "iniciar" a alguien, háganlo como los hombres, denle una paliza a ver si la aguanta y si es así entonces tiene lo que se necesita para ser uno de ustedes, pero no vayan por ahí matando inocentes, ¿les quedó claro, pedazos de...?-

En eso escuché un ruido. Temiendo que fuera un policía, me apresuré a salir hacia el camino dejando atrás a aquel trío de idiotas. Debía retomar el rumbo a donde se hallaba el resto de la gente.

Vic no estaba acostumbrado a no poder ir afuera cuando quisiera. Su pueblo natal era tan tolerante de su apariencia rara. Todos creían que era una condición de piel, un problema médico. Vic también lo creía hasta que el Profesor lo encontró. Ahora sabía la verdad – era mutante y el Profesor le dijo que no podía simplemente andar por las calles de Nueva York en plan casual porque eran tan tolerantes de lo diferente. Además, no quería alguien otros se enteraran de que los mutantes existían. Lo quería guardar en secreto hasta que el mundo estuviera listo... Y Vic no tenía ningún problema con eso. La última cosa de que quería que preocuparse era ser odiado por todo el mundo.

En el principio no sufría nada. El Instituto Xavier era bien grande. Había mucho espacio y un patio bonito con una pista de baloncesto y todo, pero con el tiempo se sentía como si estuviera atrapado allí como un animal enjaulado. Como un lagarto enjaulado. Por suerte, todo se resolvió cuando su amiga Ursa le dio la idea de usar maquillaje para esconder su piel verde. Que brillante idea era. Gracias a ella (y el maquillaje que le prestó), podía regresar a vivir una vida normal… en mayor parte. Por lo menos podía salir como quiera sin tener que preocuparse. Bueno, todavía se tenía que preocupar un poco como en caso de que lloviera.

Pero hoy no; hoy era un bonito día soleado y lo iba a aprovechar.

Andando por las calles en una camisa de manga larga y pantalones vaqueros que cubrían la piel verde de sus brazos y piernas con cara maquillada y una hamburguesa que se acababa de comprar en mano, Vic no tenía adonde ir hasta ver el parque desde lejos. Que perfecto lugar para disfrutar de mi hamburguesa rica y relajarme, pensó para sí mismo.

Mientras se acercaba pensó subir uno de los árboles espesos y comer allí. Le parecía más relajante allí arriba con los pajaritos, pero al final decidió no correr el riesgo de llamar la atención. No es justo... Acababa de dar un suspiro cuando vio algo pasar por el parque. ¿Una pelea? Fue entonces que vio la pistola en la mano de un chico adolescente.

Vic se detuvo de inmediato y sus ojos se agradaron al máximo. Lleno de miedo no se quería acercar más. De hecho, debía correr de allí lo más rápido posible para no poder ser alcanzado en el fuego cruzado. Pero antes de que pudiera moverse un dedo oyó una explosión repentina que le asustó en tanto que le brincó el corazón hasta su pecho y se le cayó la hamburguesa de la mano. En ese momento no le importó mucho la pérdida de su comida. Solo estaba agradecido de que la fuente del peligro se hubiera ido, pero cómo?

¡Ese otro chico debe ser mutante! O tal vez solo muy afortunado… No, no puede ser. ¡Las pistolas no se explotan solas!

Con la mente decidida cuando lo vio salir del parque Vic se puso en acción para seguirlo. Si era otro mutante, lo quería conocer. Tal vez podía traerlo al Instituto y ayudarlo como el Profesor lo ayudó a él. Obviamente necesitaba la ayuda. ¡Por poco se muere hoy!

“¡Alto!” Vic le gritó corriendo tras el chico sospechoso hasta agarrarlo del hombro. “Yo vi lo que hiciste. ¿Fuiste tú no? La explosión... Y no me mientas. Ya estoy enojado contigo. Hiciste que se me cayera mi hamburguesa.”

Escuché que me llamaban, que me pedían que parara. No era la voz de un hombre maduro, por lo que no podía ser un policía, más bien parecía la voz de un chiquillo. ¿Acaso sería algún cómplice de aquellos tres? No lo sabía y no pensaba detenerme a verlo, sin embargo una mano me detuvo del hombro por lo que me giré. Tenía razón, se trataba de un chiquillo.

Empezó a decirme una serie de cosas que al principio me hicieron dar un respingo. Ok,lo había visto todo, pero en lugar de adjudicarle los sucesos a la casualidad me los estaba achacando a mí... Ok, ese chiquillo era más observador de lo que podría pensarse y en especial tenía nociones sobre gente con habilidades, si no no me habría considerado como el autor de aquellas "casualidades". De todas formas iba a mentirle, a tildarlo de loco y decirle que no sabía de lo que hablaba, cuando remató con aquel "no me mientas" y que estaba enojado conmigo por que se le había caído su hamburguesa. Mi cara era un poema a la incomprensión y miré al chico sin entender a qué se refería.

-¿De qué demonios hablas niño?- Di un paso para librarme de su mano.- Yo no te hice nada... y no sé de que me estás hablando.- Iba a hacerme el loco y pretender que casi no hablaba el idioma, pero supuse que estaba de más.-Vuelve a tu casa, este no es sitio para niños como tú.- Y lo decía en serio, ya que ahora que me quedaba claro que él no era parte de ese grupo de seudo mafiosos, el chiquillo ahí corría peligro, pues los compañeros de aquellos tipos podrían estar cerca y querer tomarla con él después de lo ocurrido a sus "amigos". Era mejor que él no se hallara ahí para cuando llegaran.

Sin embargo fue demasiado tarde, pues del otro extremo del camino venía un grupo de chicos, vestidos casi igual que los otros (jeans deslavados y rotos, jerseys con leyendas de pandilla, largas cadenas de oro y joyería de ese tipo), todos traían armas de distintos tipos, desde porras de madera, pasando por cuchillos y algunos con pistola.

-Kachu uso (no puede ser)-Murmuré al ver venir otro grupo igual del otro extremo del sendero.