Jean A. Grey,

Cabello escarlata, sonrisa perfecta. Así es ella, así es la chica que me ha robado el corazón, ¿te suena, Jean? Ella no sabe quién soy, al menos, no de forma obvia, pero tiene que darse cuenta, ¿no?, cualquier idiota nota como mi sonrisa se ilumina un poco cuando la miro, como siempre espero a que acabe cada clase para poder intercambiar algunas palabras, aunque escasas, con ella, como intento, de forma algo patética, que diga mi nombre. Pero ella no parece darse cuenta, y si lo hace, no parece corresponderme. Que mujer mas fría y calculadora, ¿no crees? No, ella no es así, por eso tiene una legión de muchachos que babean a su paso, por eso he decidido unirme a esos desesperados que esperan una oportunidad con alguien que sería capaz de lanzarnos por una ventana sin tocarnos, quizás es eso lo que la hace tan atractiva. Una mujer con poder siempre es un aliciente. Bueno, tampoco quiero ahogarte con esta carta, que no pienso ni enviar, ¿por qué la escribo entonces? Para desahogarme, por que me conozco, se que soy un romántico enamoradizo y que cada dos semanas, una chica me acaba enamorando perdidamente hasta que una nueva aparece, no tengo remedio, pero bueno, supongo que esto llega a su fin, aquí acaba la carta que nunca recibirás, pelirroja.

PD: El nombre "Marvel Girl" te queda como anillo al dedo.

El joven releyó la carta por septuagésima vez, con una sonrisa en los labios. Fiel a su carta, Luke jamás la había enviado, y eso que la había escrito hace ya 2 meses. ¿La enviaría alguna vez? Jamás, el sitio de esa carta estaba con el resto que el estudiante había redactado, en una caja metálica, escondida en su armario. En escasas ocasiones había reunido el valor de enviarlas y aún así, ante el género femenino, ya eran demasiadas las que el chico había enviado. Guardó la caja en el armario y se levantó de la cama, con las esperanzas de hacer algo de provecho. Sus compañeros casi nunca paraban por la habitación y eran muchachos muy parcos en palabras. ¿Qué esperar de unos telépatas? Esos pequeños cabrones se pasaban el día comunicándose mentalmente, apenas saliendo de sus propias conversaciones mentales, salvo cuando necesitaban algo del pobre e indefenso Luke, único momento en el que verbalizaban sus pensamientos. Enfundándose sus zapatillas deportivas y dándose un último vistazo en el espejo de la habitación, dando por perdido ese desastre de pelo que siempre llevaba a todas partes.

Nada mas salir de la habitación, vistió su sonrisa por excelencia, esa que le caracterizaba siempre que estaba con gente, siempre que no se sentía solo y aislado. Saludó a unos y a otros, compañeros y profesores, sin centrarse mucho en unos u otros, simplemente exhibiendo su perfecta y radiante sonrisa, no como reflejo, si no como imagen, como una proyección dispuesta para que los otros la creyesen. Cada palabra, cada chiste o broma, cada movimiento, estaba cargado de una intención, de algo no espontáneo, pues aunque Luke era siempre así, bromista odiaba no poder escapar de ese rol.

Siempre con una sonrisa en la boca y un chiste preparado. ¡Joder, era normal que el joven se quejase y tuviese malos días, días en los que no le daba la gana esbozar una sonrisa burlona y soltar alguna gracia, cómo todo el mundo esperaba de él. Así que por esa razón huyó de todo el mundo, y acabó bajo la sombra de un árbol, refugiándose y ocultándose de cualquier pesado que pudiese necesitar un par de carcajadas y que creyese que Luke podía proporcionarlas. Cerró los ojos un momento y decidió olvidarse un poco de todos y todos. Olvidó estar en una Academia de raritos, olvidó a sus compañeros, que pretendían recibir sin dar una simple amistad a cambió y se olvidó de sí mismo, dejando durante unos escasos instantes su mente en blanco, sin que nada ni nadie le molestase...O eso parecía durante unos segundos.

Ya parecía costumbre que el muchacho siempre tuviese un visitante en su cabeza, hablándole desde quién sabe donde, simplemente materializando voces en su cabeza. La regularidad con la que esto pasaba era tal, que el muchacho había decidido hacer lo mismo cuando copiaba las habilidades de sus compañeros de habitación, unos poderosos telépatas. Pero esta vez era diferente, la voz era la de una fémina, una voz que reconocería en cualquier parte. El muchacho, sin un movimiento, simplemente pensó─ Pelirroja, hay muchas cosas que no sabes de mí ─y nada mas dibujar esas palabras en su cabeza, una sonrisa se asomó en su rostro, justo cuando sus ojos se alzaron para ver a Jean acercándose.

Otra vez esa sonrisa de idiota en su rostro, que seguro que la pelirroja odiaba. Pero, ¿cómo evitar sonreír ante la visión de la muchacha? Era virtualmente imposible, y desde luego, Luke sabía a ciencia cierta, que no era el único chico afectado por esta extraña enfermedad, esa dolencia afectaba al 80% de alumnos de la academia, como mínimo.

Pero se deshizo rápidamente de esos pensamientos, dedicándole una juguetona sonrisa a la chica que acababa de "sentarse" a su lado. Le guiñó un ojo, en parte por la luz del sol deslumbrándole, en parte por dedicarle un saludo a la chica─ He venido para alejarme de algunos mutantes que se meten en mi cabecita ─Luke la miró con falso reproche, soltando una carcajada automática e inclinando la cabeza hacia un lado. Ese era el efecto que la pelirroja parecía causar en él, le calmaba, le hacía sentirse bien, olvidarse de sus problemas por un segundo. Quizás por eso le gustaba, por qué le hacía sentir bien, cómodo, no le pedía bromas, con Jean surgían de forma natural─ ¿Y tú qué, pelirroja? Supongo que estarás huyendo de tus admiradores, ¿no? ─el muchacho le sacó la lengua, juguetón, rompiendo su mueca para liberar una segunda carcajada, relajándose un poco contra el árbol.