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Casualidades | Libre
Casualidades | Libre
Yo era así y nadie me podía cambiar, a entrenar como a comprar: tacones, falda y maquillada. ¿Qué culpa tenía yo si me habían criado en las plenas costumbres de señorita florero? Para mí ir guapa era lo primero, porque la primera impresión era lo más importante.
En ningún momento dejé de andar e ignoré completamente las miradas de los compañeros con los que me cruzaba, ya que no los conocía lo suficiente como para ponerme a charlar con ellos animadamente. Yo, Priscilla O’Keefe, era demasiado mujer como para fijarme en cómo me miraban siquiera, aunque tenía claro que muchos lo hacían con desprecio, porque sabían quién era. Otros, en cambio, me miraban de una forma agradable. Y los últimos (los que más odiaba), lo hacían con indiferencia.
Ah, la indiferencia, la mayor enemiga de una señorita de alta cuna como yo. No había cosa que me repateara más que la ignorancia. Llevaba más de un año en la academia y aún había gente que no sabía quién era Priscilla O’Keefe. Eso me enervaba, pero siempre trataba de mantener la compostura para no parecer una chica egocéntrica y vacía (que lo era, pero no quería que los demás lo supiesen).
Y tan ensimismada en mis propios pensamientos iba, que ni siquiera me di cuenta cuando me choqué de frente con alguien. Me desequilibré un poco por culpa de mis tacones, pero años de gimnasia rítmica me ayudaron a no caerme y mirar de arriba abajo a esa persona antes de que el otro pudiese reaccionar. No dije nada, de momento.
Re: Casualidades | Libre
Caminaba por los jardines cerca de las canchas mientras pensaba en lo tedioso que seria tener que mover todas mis cosas de un lugar a otro. Salude a unos niños que me había encontrado en el camino y con uno de mis profesores. El cual no dudo en pedirme ayuda en cargar unas copias para llegarlos a su próxima clase. En serio, si no fuera por mi predestinación de ayudar a las personas. Muchas personas estarían en serios problemas y yo sería más feliz. Eran bastantes pesadas así que tuve que crecer unos 10 años (26), volviéndose así más fácil. Procuraba siempre llevar ropa holgada para esos casos.
Tras ayudar al profesor y recibir su agradecimiento. Me sacudí las manos y me puse en marcha por los pasillos en dirección a mi cuarto, era mejor empacar ahora que dejarlo para después. Mis pensamientos volaron por sí solo, organizando en mi mente las cosas que debía empacar perdiendo así la simple concentración que requería el caminar sin chocarme con algo o alguien. Que fue justo lo que había sucedido. Pero por suerte no me caí de bruces hacia atrás y al parecer la otra persona tampoco. – Perdón, no te había visto. ¿Estás bien? - le pregunte por si acaso se habia hecho daño. Se veia joven, unos 17 o 18 tal vez. Aunque viéndola desde mi altura me parecía mas pequeña.
Re: Casualidades | Libre
Venía caminando el camino que ella había recorrido, y no porque quisiera hablarle o seguirle, era más bien que iba por ese camino simplemente. Por fin la divisó, y confirmó que esa bebé de alta cuna sí estaba por ahí. Chocó con un chica, y su pirueta de equilibrio le causó gracia. No pudo evitar soltar una risa. Se acercó a la chica y le tocó el hombro a propósito, por encima de la ropa, sin robarle ningún poder.
— Te dije que dejaras los tacones, Pri-mor — le dijo en tono de burla, y con una amplia sonrisa acorde — con ellas no puedes bailar ballet a gusto. Ese ha sido un pésimo paso — prosiguió en referencia al paso que tuvo que dar para no caer.
Ursa nunca había sido una chica agradable, y menos con personas iguales en ego al de ella misma. Aunque su madre fuera profesora ahí mismo, en el Instituto Xavier, no le interesaba. Su madre sabía de su enorme ego y su actitud molesta, a veces la regañaba pero ya había perdido las ganas, Ursa ya había crecido, que tomara responsabilidad.
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