Llevaba desde que había llegado a la academia dándole vueltas. Antes de salir de su país pensaba que él era la única persona especial, con habilidades sobrehumanas pero todo eso cambió cuando llego a la escuela; ya no estaba sólo. Allí todos eran iguales y no habían problemas, o al menos no había problemas diferentes a los que podían existir en cualquier lugar lleno de adolescentes, pero Reza ya era mayor y tampoco quería pasarse toda la vida entre esos cuatro muros. En su tiempo libre con la excusa de acabar de perfeccionar su inglés el persa leía los diarios y se informaba sobre lo que pasaba en toda la nación y, en ocasiones, lo que leía le asustaba y es que parecía que en la cuna de la libertad no acababan de asimilar la cuestión mutantes; manifestaciones, marginación e incluso, en lo más profundo de América, algunos se intentaban tomar la justicia por su mano.

¿Qué debía pensar ante todo eso? Sabía que no todos eran así, pero. . . Todos sabían que el Profesor abogaba por una convivencia pacífica entre mutantes y humanos pero él sabía que la realidad era dura, seguramente si él no tuviese sus poderes tampoco querría tener un vecino mutante, quién sabe cuán peligroso podría ser, pensó. Por otro lado le hubiese gustado poder creer a Charles y es que Reza no es de los que les gusta la violencia y un futuro en paz era demasiado tentador. Lo mejor sería ir a hablar con el Profesor Xavier, quizá pudiese orientarlo, pensó.

Me encontraba en el despacho, revisando algunos papeles que precisaban de mi firma y otros expedientes que había formado de posibles alumnos nuevos después de mi escaneo con "Cerebro". El día era apacible, sí, ya sé que para muchos "apacible" no sería precisamente la definición que usarían para un lugar en el que a cada momento se escuchan detonaciones, golpes, gritos y derrumbamientos de paredes, pero todo aquello era causado por los alumnos que apenas empezaban a controlarse, y mientras no hubiese nadie herido o no se dieran ataques contra el instituto, para mí, eso era paz.

Seguía firmando algunos papeles y revisando otras notas cuando de repente sentí una presencia ante la puerta. Sonreí. Casi todos los días tenía a alguien ahí en la puerta de mi despacho, esperando a poder hablar conmigo y eso lo agradecía pues era un signo de confianza que para mí valía mucho. Cuando comencé con el colegio temí no ser lo suficientemente fuerte o confiable, que los alumnos no llegaran a buscar en mí alguna ayuda o que yo no fuera capaz de dárselas. Ahora sabía que, poco a poco, me ganaba su confianza. Eso me alegraba demasiado.

-Adelante, Reza.- Repliqué sin quitar la vista de aquel papel que debía firmar en ese momento, pues ya estaba terminando de leerlo. Cuando la puerta se abrió terminé las últimas líneas, puse mi firma y lo dejé con el resto para luego mirar al muchacho.- Hola.- Le saludé con una sonrisa.- Pasa, toma asiento.- Le indiqué el sillón frente al escritorio.- Dime, ¿en qué puedo ayudarte?-

No hablaba personalmente con el Profesor desde que llego allí. No es que hubiese escuchado nada malo de él, de hecho era fácil confiar y simpatizar con él pero lo que representaba para muchas de las personas de la academia y para los mutantes en general le daba respeto, él había creado ese lugar, un sueño para todo mutante. Y eso le ponía nervioso aunque intentara disimularlo.

Reza abrió la puerta cuando el Profesor le dio permiso. –Buenas tardes.- saludó nada más entrar para después sentarse en el sillón del despacho. El persa intentó buscar las palabras adecuadas. -¿Cómo piensas hacerlo? -soltó el iraní- ¿cómo hacer que los mutantes podamos convivir con el resto de la humanidad? –dejo de hablar unos instantes antes de continuar hablando-  He leído en los periódicos, he oído en la televisión y sí, hay personas que nos apoyan pero también muchas otras que nos odian. Y yo no quiero que me aparten de la sociedad, no puedo quedarme sentado mientras planean como cazarnos. –el joven iba subiendo el tono de su voz conforme hablaba- El otro día escuché a un hombre en la tele decir que estaban buscando medidas para contener el “problema” mutante, y no me gustó como sonó eso. No quiero volver a vivir escondido como en Irán.

Su tono de voz se relajo. -Pero en el fondo deseo que exista una solución buena para esto, dónde los mutantes fuésemos aceptados sin escondernos y pudiéramos convivir sin importancia de lo qué somos. Por eso he venido a verte, necesitaba hablarlo.

El joven Reza entró en la oficina; se le veía aparentemente tranquilo, pero yo podía notar la ansiedad que dominaba su mente. En cuanto entró fue directo a lo que le llevaba ahí. Lo que me decía era muy válido, es decir, muchos de los chicos llegaban al instituto con la misma preocupación y con el mismo miedo que les costaba exteriorizar.

Salí de detrás del escritorio para acercarme a él mientras terminaba de decirme aquellas palabras. Le sonreí con serenidad, tratando de tranquilizarlo.- Bueno, sé que no será fácil, pero créeme que mi ideal no es mantenernos aislados, esa no es la solución. Por ahora la gente nos tiene miedo porque no nos conocen y creen que somos monstruos; por desgracia la humanidad suele temer a lo que no conoce,es normal, es parte del instinto de supervivencia, pero aquí la cuestión es la información; enseñarles que a pesar de lo que creen, somos humanos, no somos tan diferentes a lo que ellos creen y que no somos peligrosos. Es verdad que hay algunos que usan sus poderes para beneficio propio sin importar a quien dañan en el proceso, pero eso pasa también con los humanos comunes, hay quienes dañan al prójimo sin detenerse a pensar en el bienestar de los otros y pueden ser más peligrosos que los mutantes. La clave es informar, enseñar, dejarles ver que no somos lo que creen, no todos al menos, y también que nosotros los mutantes aprendamos a usar nuestros dones para bien comun, no sólo para nosotros mismos, y que aprendamos a controlarlos para evitar lastimar a otros por no saber como usar nuestros poderes; también el manejarnos con ética conseguirá que nos ganemos la confianza de la sociedad.-

No sabía si eso bastaría para despejar su duda, esperaba haberle ayudado, pero podía notar que aun se hallaba ansioso, por lo que esperé a que se animara a compartirme aquello que lo inquietaba.

No era fácil hacer cambiar de opinión al iraní pero al fin y al cabo nadie le había obligado a ir a hablar con Charles así que intentó abrir su mente y escuchar lo que decía el profesor sin prejuicio ninguno. Su discurso tenía lógica con el tiempo se podría convencer a la mayoría de los humanos de que los mutantes no tienen porqué ser peligrosos, pero ¿cuánto tiempo tardarían? No hace ni cien años que se abolieron las leyes de segregación racial contra los afroamericanos, simplemente porque tenían un color de piel diferente, ¿cuánto tardarían en aceptar como a iguales a unas personas que podrían hasta destrozar una manzana de edificios entera?  

-Pero Profesor, ¿cuánto tiempo haría falta para eso? ¿Realmente tenemos todo ese tiempo?

Una idea llevaba rondando la cabeza del persa des de que había visto a esos políticos hablando por la tele sobre la amenaza que representaban los mutantes para el resto de la humanidad. Qué había que perseguirlos, encerrarlos. . . sabía que los más extremistas eran una minoría ¿pero si por algún casual conseguían llegar al gobierno? Si conseguían llegar a un sitio como el Instituto podría ser una tragedia.

-¿Y si comenzasen a perseguirnos y a encerrarnos, o algo peor? Imagínese que llegasen al Instituto, sería un desastre, tantos mutantes juntos, y no lo digo solo por nosotros, sino también por ellos, ¿tiene algún plan para eso? –dijo, aguardando la respuesta de Charles.

-Por desgracia no es una tarea fácil y sí, tomará algo de tiempo, Reza.- Repliqué tras un suspiro. Aunque comprendía el temor que le invadía, además, su mente se hallaba algo tensa, de modo que lanzaba hacia mí aquellos pensamientos que el temor le hacía tener a la vez que su angustia comenzaba a invadirme. Respiré profundo para controlar mi poder y no dejarme llevar por los pensamientos de mi alumno; después de todo yo estaba ahí para ayudarlo, guiarlo y tranquilizarlo, no para ponerme histérico y dejarlo sin respaldo.

-Puedo asegurarte que por ahora eso no ocurrirá.- Le dije con sinceridad, pues ante todo aún estábamos protegidos por los derechos civiles, le pesara a quien le pesara.- Pero si alguien decidiera atacarnos,podemos defendernos. La mayoría de los profesores y yo hemos creado un plan de contingencia para ese tipo de casos y tenemos bajo la mansión túneles que forman una perfecta y segura vía de escape para los alumnos, así que inicialmente no habría nada que temer.-

Me acerqué a él y le tomé la mano con firmeza.- Sé que has pasado por mucho, Reza y entiendo tu preocupación, pero te aseguro que aquí están a salvo, yo me encargaré con todo lo que esté a mi alcance para que así sea.-