Un puro en su boca se podía notar mientras caminaba por las calles de la enorme ciudad – Maldita sea- susurró para el mismo al verse rodeado de personas que no quería ver. Wolverine era un hombre corpulento, no tan alto, pero también se podía notar el musculo detrás de su chaqueta de piel. El habano soltaba formas de humo que se esparcían de forma parsimoniosa en el aire impregnado de toxico por el aparente infinito de los coches. Desde que sus garras habían sido cubiertas en su totalidad con Adamantium pudo verse afectado: sus reflejos no eran tan rápidos, pero ahora su esqueleto era pesado, resistente e indestructible. Se tomó el rostro acariciando su barba tupida, sus sentidos casi bestiales lo dirigían hacia una bestia, algo que seguramente no era humano, buscaba signos de personas – o más bien mutantes- parecido a él, quería vengarse de su hermano Víctor por lo que le había hecho, pero era imposible, era más fuerte que él; o tal vez no.

Doblo una de las esquinas de Bronx y vio algo que había estado tratando de encontrar. La bestia era mucho más alta que él, su musculatura era prominente, pero lo más extraño era su cabeza, había sido sustituida por un semblante animalesco – Oh vaya, nene, como te hicieron mucho daño, eres horrible- comentó mientras negaba con la cabeza. No se veía muy malo, pero no podía darle la posibilidad, ya lo decían “el que asesta el primer golpe da el segundo más rápido”. Sus garras salieron, dejaron ver el reluciente metal, eran grandes, como machetes en sus nudillos, cada uno saliendo de una parte de su dorso. Aun se sorprendía cuando las miraba, no agradecía lo que le hicieron pero a decir verdad, no se quejaba demasiado. Su habano se apagó y cayó al suelo solo la colilla, quería pelear, soltar toda la sed de venganza que llevaba en los hombros – viniste al lugar incorrecto- musitó mientras se acercó corriendo y le lanzó un golpe con sus garras directo en el estomago. Gruñó como una simple bestia.