Día Viernes.
Hora: 14:22hrs.
Temperaturas templadas y cálidas, alrededor de los 21ºC.
Manhattan, Nueva York, Estados Unidos.
Isla de la Libertad

Los últimos calurosos días del verano parecían darse un tiempo libre entre las exhaustivas y altas temperaturas. Era el último día antes de que comenzara el fin de semana y a Samuel se le había ocurrido de que sería excepcional salir de Westchester para variar. Colin, como siempre, se había quedado todo delicadillo en su habitación, leyendo un libro o esperando que alguien le metiera algo por el culo, y Sam, aprtidario de eso, no quería convertirse en un expectador de lo que sería sado-porno con su hermano, la simple idea le repugnaba, principalmente porque parecería verse en un espejo.

Sus manos iban aferrados al volante de su su camioneta con el radio a todo lo que daba por la carretera, una canción de la que Nirvana y el parecía gustar. La chiquilla había aceptado a dar una vuelta con el gemelo de los Stephord para alejarse de los dramatismos de novela de radio que llevaban lugar dentro de las instalaciones del isntituto Xavier, saltándose las últimas clases de la semana y decidiendo llegarse hasta Manhattan. —¿Haz visitado la estatua de la libertad con anterioridad?— le preguntó mientras se desviaba hacia Battery City Park y estacionando su camioneta justo en frente de donde se compraban los tickets para el ferry directo a la isla de la libertad. Le sonrió una vez que sacó las llaves y agarró su mochila en la parte descapotada de la cajuela trasera de su camioneta y caminando hasta la fila no tan larga para comprar los tickets. —Estoy muerto de hambre. Conseguiré para algo alguna cochinada grasosa para ambos en la isla— bufó soltando una leve risa. —No me digas que te dan miedo los barcos o que te marean porque sino tendré que olbigarte a subir. Que no me hiciste manejar hasta acá para que no vayas.—

No era la primera vez ni sería la última que Nirvana salía del Instituto. Lo cierto era que pasaba más tiempo dentro que fuera, pues el ambiente dentro de la mansión era realmente decadente. Podía contar a sus "amigos" con los dedos de una mano, porque realmente no los consideraba mucho más que compañeros a los que podía soportar. Tenía por seguro de que no iba a durar mucho tiempo allí, y eso que apenas llevaba unos meses. Así que en cuanto Samuel le mencionó salir de allí, no se lo pensó dos veces.

No le habían dicho a donde iban, y lo cierto era que a Nirvana no le importaba demasiado. Iba tarareando cuando escuchó su pregunta, y se giró a mirarle.

-Lo cierto es que no. -confesó, encogiéndose de hombros.-No conozco mucho la ciudad, a decir verdad. Demasiada gente y demasiado ruido. -se excusa y vuelve la vista a la ventanilla.

No tardan en llegar a la costa de Manhattan. Lo cierto era que desde allí se podía contemplar una vista maravillosa. El viento hacía ondear su cabello como si fueran llamas en el aire y el sol hacía que entrecerrara un poco los ojos. Miró al chico usando la mano como visera.

-Está bien, está bien. Te vas a poner gordo. -soltó una risotada burlona y le siguió hasta el puesto de tickets.- Tranquilo, mientras el agua no me salpique estaré bien. -no le había gustado nunca el tacto del agua del mar, y ahora que su gen se había desarrollado, su piel no toleraba muy bien el agua "en exceso".

La sonrisa divagante del telépata Stephord no tardó en llegar cuando Nirvana suponía la idea de un aumento de peso luego de ese día. El castaño bufó por debajo —Me verás más sexy con un par de rollitos más en el abdomen y la papada casi en el esternón— soltó una carcajada antes de llegar al final de la fila, justo el frente de la taquilla, en donde tranquilamente pagó el precio de los dos tickets y se colocó los lentes de sol. Caminando junto con el resto por un camino adoquinado hasta el pequeño barco que los llevaría a la isla de la libertad —Si crees que hace demasiado ruido en Nueva York, te gustará entonces la Isla. He ido un par de veces con Colin, pero es demasiado delicado estando en el barco. A veces pienso que es adoptado, salvando a la idea de que es tan guapo como yo— volvió a reír, y pasó su brazo por encima de los hombros de Nirvana, abrazándola a su cuerpo mientras le entregaba los dos tickets para subir a bordo de la pequeña embarcación turística, repleta de personas con cámaras y niños queriéndose tomar fotos en todos lados. Arqueó su ceja y soltó un bufido, haciendo que sus ojos se iluminaran por un segundo para comunicarse telepáticamente con su compañera.
—Turistas. Todos odiosos. Si tuviese telequinesis los lanzaría a todos por la borda una vez ésto zarpara—

Su comentario, aunque mental, hizo curvar una sonrisa por la comisura de su labio, sentándose en uno de los asientos principales. El viento marino los golpeaba con suma fuerza. Revolvió un poco su cabello y montó los pies encima de una de las reposaderas de mano que estaba frente a él, inclinándose un poco hacia atrás y colocando sus manos por detrás de su cabeza —Sólo relájate— y soltó un suspiro. El viaje tardaría un poco más de 10 minutos, y en menos de lo que se daría cuenta, ya estarían llegado a la isla, llenándose del asqueroso regorcijo que se recibía en el puerto. Era un día de una pequeña feria, y de seguro habrían muchos niños pero

Rió suavemente ante sus palabras. El telépata era sin duda atractivo, pero sabía perfectamente que ambos se acercaban más a la definición de cómplices que otra cosa. O por lo menos, eso quería creer. Nirvana había aprendido que no tenía que encariñarse con nadie, prefería mantenerse a distancia, pues siempre temía la traición, el rechazo. Aunque con Samuel tenía una especie de conexión especial, quizá porque ambos tenían curiosidad acerca de La Hermandad de Mutantes.

-Oh, vamos, sabes que no. Me gustas tal cual estás. -le guiñó el ojo y le lanzó un beso, siguiendo sus pasos, aunque a cada paso de Sammy ella tenía que correr un poco para ponerse a su altura. Sin duda, estaría a gusto en aquella pequeña isla.- Seguro que es un sitio precioso. Oh, vamos, creo que no tienes abuela. -rió a su vez y se agarró a la cintura de Samuel, sonriendo ampliamente. Se recostó en el asiento del barco apoyada en el costado de Sammuel. "Eres un quejica", pensó, sabiendo que el chico le estaría 'escuchando', "Vas a asustar a los niños con tus ojos raros", ríe suavemente y le pellizca la mejilla.

Cuando llegaron a la isla, Nirvana tiró del brazo de Sammuel para levantarle y llevarle hasta tierra firme. Miró hacia arriba, contemplando la estatua utilizando su mano de 'visera'.
-Wow... Sin duda, es imponente. -sonrió ligeramente, y miró a Sammuel.- ¿Se puede subir?

—No me digas esas cosas, que de seguro me dicen que me puse rubor de maquillaje— le comentó en un tono de broma, acomodándose el gorro que estaba sobre su cabeza y dejando que las ráfagas de viento saladas le golpearan en el rostro y que el sol se reflejara encima de sus lentes mientras se acercaban un poco más hacia la isla. —Venga, no tengo la culpa de tener ojos de chino. Que si los puedo abrir, mujé— dijo en tono de burla, claramente en respuesta a su pensamientos y haciendo que un niño se giráse hacia él. Le sacó la lengua y el niño sintió que sus ojos se humedecían, yéndose con su mamá como una marica delicada —Soy un amor.— comentó antes de acercarse por completo a la isla, desde donde se podía ver la estatua de la libertad.

—De liberti estatueichom— comulgó con el peor inglés que pudiese pronunciar, al son de los latinos y dominicanos, que lo pronunciaban tan mal que hasta risas le sacaban —Creerán que soy imigrante sin papeles y me meterán preso. Mejor salimos de primero y vemos quién llega primero hasta los puestos de comida. Y luego... te llevaré hasta la cima— afirmó con la cabeza después de ser arrastrado para pasar a arrastrarla a ella, al menos hasta llegar a uno de los puestos de hotdogs. Pidió dos y le colocó al de ella más salsa de tomate que salchica —Bon Apetit. Comida griega— y volvió a reír.

-Al llegar a la Academia te ataré a una silla y te pondré bien guapa. Tu hermano tendrá envidia a tu belleza. -le lanzó un beso y dejó escapar una risa divertida, pellizcándole el cuello con los dedos.- No pongas excusas, que has hecho llorar a ese niño. Eres malvado. -se burló con voz grave, dramática, como si hubiera cometido un crimen capital.- Lo eres, pero no para los niños, está claro. Nunca tengas hijos, que además saldrían tan malos como tú y se meterían con su tío. -le tiró de la oreja y se puso en pie de un salto. Sintió que entre todos los turistas la dejaban a atrás. A pesar de todo, soltó una risita por su pronunciación.

-Espero que no te metan preso. Aunque no habría mucha diferencia con la Academia. -se queja y se aferra a su brazo para no perderse entre tanta gente. Esbozaba una suave sonrisa cada vez que Sammuel apartaba a la gente sin cuidado alguno. Le gustaba que fuera tan poco cuidadoso, le recordaba en cierta manera a sí misma, aunque con menos vergüenza, sin duda. Recibió la comida intentando no manchar su camiseta con las diversas salsas que resbalaban por el pan.- Te has pasado un poco, ¿no crees? -pero no le hizo ascos y le pegó un buen mordisco.

—Pues si mientras no tenga que pintarme los labios de rojo puta, todo irá bien— volvió a reír mientras Nirvana hacía de las suyas con el pedazo de pan con salchicha y tomate en vez de salsa mientras se acercaban a la entrada de la Estatua de la Libertad. Había un montón de personas, todos pareciendo apurados... un tecnicismo que sólo conocían las personas de Nueva York que vivían en un estado constante de aceleración. —¿Sabías que la gente de Nueva York vive su vida más apurada que las personas de otras? Deberías ir a Washington, allá la gente camina muy lento— hizo una mueca de asco —Buag, ya me parezco a mi hermano haciendo comentarios como ese— pero antes de que pasaran por la pequeña puerta que les revelaría el interior de lo que era la estructura de la base de la estatua, uno de los guardias de seguridad los detuvo, casi empujando a Samuel por el pecho hacia atrás, haciéndole retroceder y empujando al mismo tiempo a Nirvana un par de centímetros hacia atrás.
—Lo siento. No pueden entrar con comida—

Al gemelo no le molestó que los detuvieran por no seguir las normas, le molestó el hecho de que el sujeto lo haya empujado un poco hacia atrás de aquella forma tan brusca. No iba a utilizar sus poderes mutantes para que le dejaran pasar, pues se iba a someter igual a la seguridad del interior —Está bien, brother. Pero no vuelvas a tocarme que me cabreo... ¿Vale?— el tono que utilizó fue bastante amigable y en dos mordiscos terminó por comerse el hotdog, inflando sus mejillas como si fuese una ardilla —¿Megor...?— comentó con la boca llena.
ahora vete a nadar un rato comandó como una orden mental, dejando que sus ojos brillaran por a penas un segundo antes de que el hombre se diera la vuelta y se pusiera a caminar hasta el muelle. Tragó después de un par de segundos y miró de nuevo a su bella acompañante —Espero que no te den miedo las alturas—