Recién salido de clases, Alex no tenía ganas de regresar al orfanato. Y es que no se lo pasaba precisamente bien allí. Los chicos que no trataban de intimidarlo, tenían el autoestima hecha trizas y algunos hasta el cerebro quemado. Y es que, había una realidad social y cultural, una de tantas fallas en aquel sistema y es que los chicos de doce años para arriba, difícilmente eran adoptados por no decir imposible. Y sus vidas eran, bueno, una mierda. O al menos así lo vivía Alex Summers en el orfanato de Brooklyn desde que había logrado escapar de Nathaniel Essex.

Un escalofrío recorrió al muchacho al recordar aquel científico malvado que lo había mantenido en cautiverio tantos años. Incluso creía recordar a un supuesto hermano que tenía ¿Cómo estaría? ¿Seguiría con Essex? ¿Lograría recordar él a su familia y quienes eran? Porque Summers no.

Estaba tan ensimismado y enfrascado en estos recuerdos tan difusos y nebulosos que no prestaba atención por donde caminaba. Al punto que se perdió, acabó en un barrio desconocido. Era el Bronxy él no conocía aquel barrio. Se detuvo y miró a todos lados desorientado, no reconocía las calles ni los edificios. Poniéndose un poco nervioso pero forzándose a sí mismo a mantener la calma corrió hasta la esquina, quería ver el nombre de la calle en la que se encontraba. Y cuando por fin llego en una carrera, no vio una figura femenina que venía por la otra calle, llevándosela por delante y chocándola. Produciendo de este modo que ambos cayeran al suelo. —Au...— se quejó en un aullido quedo el rubio de ojos celestes, mientras notaba una punzada de dolor en el trasero. —Lo... lo... lo siento— balbuceó recuperando el sentido de la orientación, pero no del todo aún.

Salir a caminar ¿por que no? Era un día bastante tranquilo y quizá me ayudaría a aclarar un poco mis ideas sobre que haría con esto de los Renegados, caminar sin saber con certeza a donde ir. Ha decir verdad no me sentía completamente a gusto tomando participación en la guerra mutante-humanidad por que de cierta forma me sentía un poco culpable al ver y planear toda acción ilegal en masa contra las instituciones humanas. Y bueno no es que me sintiera de lo más unida a esos chupa vidas que se decían ser la raza dominante del planeta... si no que pensaba que entre ellos algunos podrían ser lo suficientemente civilizados para llevarse de acuerdo con los mutantes.

Otro punto en el que pensaba diferente era algo tenía que ver con lo mismo, los Renegados eran demasiado egoístas, se fijaban en querer salvarse a si mismos y olvidaban tanto al resto de los mutantes como a los humanos. Sabía que la mayoría habían sido rechazados o algo por el estilo (y yo no había sido la que tuviese la mejor relación con ellos) pero eso no sería una razón por la cual desearle el caos a todos.

Tenía una completa lluvia de ideas en este momento, mi futuro y mi pasado estaban en batalla. ¿Continuar o declinar por la neutralidad total? Suspire y continué caminando sin rumbo alguno. Pero al llegar a la esquina, cuando más perdida estaba, cuando más dentro de mi propia mente me encontraba una figura masculina llego a chocar fuertemente contra mí, haciéndome caer al suelo y dándome un cebero golpe. Cerré los ojos con fuerza como reacción a la caída. -Pero que demonios dije mientras me sobaba el brazo que había chocado aquel chico.  
Cuando abrí finalmente ambos ojos pude ver al culpable de mi caída. Un chico rubio y algo tembloroso estaba pidiendome disculpas por el golpe... por la fuerza podría jurar que sería un completo gigante -No hay problema pero por favor en futuras ocasiones no corras con los ojos cerrados bromeé un poco con esperanza de que se relajara. Me puse de pie y comencé a sacudirme esperando no quedar sucia.

—¿Con los ojos cerrados? Pero si los llevaba abiertos— replico desconcertado el rubio sin terminar de caer en la broma. Con la mirada puesta en la mujer rubia de ojos azules, a la cual había chocado, quedó pensativo. Finalmente cayó en la cuenta que era una broma y un balbuceó apurado lo delató. —Lo siento, que idiota soy, acabo de entender que era un chiste— se excusó por el malentendido Summers, mientras se ponía en pie.

El joven aun estaba abochornado y el rubor en sus mejillas lo delataba. Miró hacia ambos lados, incómodo por aquel silencio ¿Debería disculparse nuevamente? No lo sabía, pero quizás así aligerara esa tensión que tenía en su interior. —Lo siento, es cierto que no me fijé...— se explicó el mutante, mientras -apesadumbrado- baja la vista, quedando cabizbajo. —Sucede que me encuentro perdido— se excusó finalmente, admitiendo la razón de su nerviosismo. Y entonces recordó la razón por la había huido y se había perdido, odiándose a sí mismo por ser tan despistado en ese sentido.

¿Por qué le había tocado ser así? Él no quería huir de las cosas, no quería siempre tener que hacerse a un lado y terminar desde Brooklyn en el Bronx. Pero tampoco quería lastimar a nadie, él era peligroso, un monstruo. Y si se enfadaba, o se alteraba o sucedía cualquier otra cosa, emocionalmente intensa, todos corrían peligro. Además, vivía con el miedo constante de que Essex descubriera donde se encontraba y le diera caza nuevamente. Un escalofrío le recorrió. No quería eso definitivamente.